MASCULINIDADES DIVERSAS. VISIBILIZACIÓN DE IDENTIDADES. EDUCACIÓN AFECTIVO SEXUAL
- 1. Introducción
- Identidad: Masculinidades diversas frente a la hegemonía
- 1. Construcción de identidad y emoción
- 2. Modelo Masculino Tradicional Patriarcal (MMTP) y sus consecuencias
- 3. Otras formas de construir igualdad como hombres diferentes desde las identidades endógenas y la teoría feminista
- 4. Referencias bibliográficas
- Visibilidad de las diversidades y las violencias relacionadas
- 1. Visibilidad de las diversidades y las violencias relacionadas
- 2. Origen y sostenimiento ideológico de las violencias machistas
- 2.1. Las paradojas de las masculinidades en el siglo XXI y el mantenimiento del modelo tradicional de masculinidad
- 3. Trabajando sobre las violencias sexuales con los hombres
- Educación Sexual y por supuesto afectiva
- 1. Expresión de las emociones y génesis de la violencia
- 2. Aprendizaje masculino de la prostitución y pornografía frente a la igualdad
- 3. Sexo, micromachismos y machismos de la tercera ola
- CRÉDITOS
1. Introducción
En esta unidad introduciremos los conceptos básicos ligados a la construcción de la identidad, el género y las masculinidades diversas, entendiendo por obsoleto el modelo hegemónico tradicional (MMTP descrito en detalle más adelante).
Aprenderemos e integraremos formas diferentes de ser, vivir y sentir por el hecho de nacer con un sexo u otro. En nuestro estándar social que vincula sexo y género no caben, por el momento, ni la diversidad ni la ruptura del modelo binario, heterosexual, patriarcal y discriminatorio.
A lo largo de las páginas siguientes, no solo desmontaremos los argumentos biologicistas y genetistas que siempre aparecen en un eterno retorno en el poso argumental popular (populismo), sino que desentrañaremos los modos de socialización primaria y secundaria que nos dividen a mujeres y a hombres y nos enfrentan, haciendo un especial hincapié en el proceso de masculinización y los valores y normas en que las identidades masculinas se diseñan y adoctrinan.
El Patriarcado se aferra al paso del tiempo y, como el capitalismo, elige permanecer cambiando sus formas y sus métodos de poder coactivo para estar siempre adaptado al momento. Pero no debemos olvidar que es una fórmula de poder que hunde sus raíces en más de 4000 años de nuestra historia en Occidente.
Ya llegó el tiempo para el cambio y el cuestionamiento del modelo de género impuesto por el patriarcado. Es tiempo de otras formas de ser hombre y de construir nuevas relaciones desde la igualdad real en derechos y oportunidades de vida, sin que importe el género al nacer.
El camino hacia la igualdad es y será complicado en el medio estructural en el que habitamos y hemos labrado y sembrado durante más de 4000 años y que está enraizado en nuestra cultura. El poder patriarcal premia a quienes son esclavos del sistema y castiga duramente a quienes se salen de los patrones de género establecidos de forma hegemónica, en particular a los hombres que rompen el acto de poder y privilegios.
Ser hombre y elegir un cambio justo hacia la igualdad requiere salvar dos barreras: una la estructural o política, al estar en el lugar de los privilegios y decidir conscientemente renunciar a ellos; y dos la personal y subjetiva, que requiere volver a inventarse a uno mismo sin referentes ni beneficios visibles. Renunciar al poder desde el poder no parece un proceso natural y, sin embargo, es esencial para que mujeres y hombres juntos ganen la batalla a las desigualdades y a las violencias machistas que las sostienen, también a una estructura política y económica que se fundamenta en la explotación de las mujeres y en la anulación de lo femenino y sus valores.
En mi caso, y en muchos hombres cada vez más, elegí este camino del cambio hacia la igualdad por un sentimiento profundo de justicia social y personal, por vergüenza a seguir apoyando la sumisión de las mujeres y la de algunos hombres no hegemónicos, por no comprender los privilegios que no elegí y que siempre llevan cargo a otras vidas y a la propia.
A continuación aparecerán diferentes maneras de acercarse a las subjetividades masculinas y cómo trabajar la igualdad con los hombres o, si se prefiere, desmontar el modelo masculino hegemónico y patriarcal para poder reinventar otras formas de ser y sentir como hombres en diversidad. Esto implica no solo hacer una revisión interna de identidad y lugar frente al mundo, sino además poner una profunda mirada en la forma en que los hombres se vinculan en la anulación de la violencia como elemento constitutivo de su identidad y en revisar críticamente cómo navegan en el universo de los cuidados que no aprendieron a ser.
También se incluye en estas unidades un resumen del Proyecto Ulises, el cual se ha venido desarrollando en centros de infantil, primaria y secundaria desde el año 2000, y en el que se trabaja con la prevención de las violencias machistas desde la mirada de las masculinidades en cambio hacia la paz y la igualdad a través de las sexualidades y el aprendizaje de los cuidados y los buenos tratos.
Identidad: Masculinidades diversas frente a la hegemonía
1. Construcción de identidad y emoción
Resulta imprescindible entender cómo a través de la socialización y la grabación en nuestras identidades se construye y sostiene nuestra sociedad patriarcal, con origen desde hace siglos todavía hoy, y cómo lo hace el modelo hegemónico de masculinidad: una sola forma de ser hombre y sostener el poder.
En este caso no es solo un aprendizaje de mensajes, palabras y normas, es también un adoctrinamiento a través de las emociones que le hace sentir raro y diferente si no sigue las pautas marcadas por el sistema.
Parafraseando a Simone de Beauvoir: “Los hombres no nacen, se hacen”, con ello queda clara la necesidad de un proceso de socialización primaria y secundaria que determinará en gran parte sus acciones y pensamientos. Aprender a ser hombre depende del marco social en primera instancia y, en nuestro caso, este proviene de una cultura judeocristiana con profundas raíces patriarcales.
Figura 1:
El núcleo familiar presenta un modelo afectivo diferencial para niñas y niños. Desde la forma y el tono en el que nos dirigimos a ellos, hasta el llamado “desierto afectivo” que solo atraviesan los varones: Cumplidos los 7 u 8 años los niños tienden a independizarse emocionalmente de la madre y aún más del padre, abandonan la costumbre de dar besos y más si es en público. Es habitual escuchar cómo bastantes padres y algunas madres sienten miedo a acariciar a sus hijos creyendo que si lo hacen pueden hacerlos “más blandos”. El varón medio atraviesa entonces un desierto vacío de afectos prácticamente hasta que se encuentra con su primera novia sobre los 13 o 14 años. En ese mismo periodo a las chicas no les impiden su expresión libre de afectos, incluso se alimenta como parte de una identidad femenina deseable.
Los medios de comunicación de masas, en concreto la televisión y la publicidad, presentan modelos clásicos donde los hombres solo pueden expresarse desde la fuerza. Un ejemplo claro es el tratamiento de los anuncios: cuando se presenta una muñeca dirigida a niñas el tono de la voz en off es dulce y afectivo, mientras que si los muñecos son para niños es una voz grave y amenazante que anuncia el poder destructivo y las armas que se pueden utilizar y sus accesorios, o el robot o el coche preparados para la batalla y la velocidad. Ya no se permite anunciar juguetes como pistolas, o al menos no es políticamente correcto, pero sí modelos contra-afectivos y bélicos como estos.
El más poderoso de todos los agentes socializadores es el grupo de iguales, influido de forma circular por su entorno. Este grupo refuerza cualquier homogeneidad y castiga severamente al que rompe la norma patriarcal. Si un chico se muestra afectivo o es poco deportista en lugar de ser beligerante y demostrar la fuerza física, es denostado y acosado por el grupo hasta el extremo, en algunos casos hasta generar daños psicológicos graves tales como el bullying de género. No se trata solo de violencia de género, sino también de violencia machista que incluye además la homofobia o la transfobia, sostenida por el patriarcado para evitar cualquier disidencia del modelo masculino establecido.
En la escuela y a través de los libros de texto o del tratamiento del profesorado se hacen esfuerzos en la búsqueda de la equidad y de que las mujeres puedan ocupar espacios hasta ahora exclusivos de varones 1. Ellas sacan mejores notas, aunque tienen más dificultades para encontrar trabajo; se refuerza desde las propias instituciones educativas su espíritu de competencia y superación, lo que las sitúa, no sin dificultad, también en el mundo público. Sin embargo, no existen curriculos específicos que preparen a los varones para enfrentarse al mundo afectivo y de escucha emocional, al mundo del cuidado o la solidaridad y, por lo tanto, puedan manejarse también en el mundo de lo privado. Ellos están preparados para el éxito social, pero no para el éxito en los vínculos (pareja, paternidad, amistad, etc.). Se promueve, en la mayoría de los casos, un modelo coeducativo parcial y unidireccional donde solo se cambia el modelo social identitario de las mujeres, pero no se cuestiona el de los hombres.
Habitamos en una sociedad occidental jerarquizada y dominada por los valores y normas masculinas y quienes las representan, inmersos en un caldo patriarcal que todo lo afecta y lo transforma para solventar necesidades de poder y dominación de los hombres. Esto en primera instancia crea diferencias que discriminan entre mujeres y hombres y genera un desequilibrio de poder real en la vida cotidiana. Estas diferencias discriminativas refuerzan el lugar de liderazgo masculino y el de sumisión femenina y sustentan el sistema patriarcal cuyos guardianes son el machismo, el sexismo y la misoginia.
La masculinidad de la que hablamos es la que todavía hoy está presente en la socialización de países de todo el planeta, a veces de forma más directa y reactiva, otras de forma oculta y sutil. Esa masculinidad rancia pero hegemónica está vinculada estrechamente a los poderes fácticos, al capitalismo, a las ideologías dominantes o al propio ejercicio de la dominación y lo hará en todas las facetas de la vida, en especial en los modelos relacionales y en los sentimientos más delicados: los hombres son y sienten como hombres según el modelo aprendido, por lo que necesitan ejercer el poder a costa de lo que sea.
Construyendo la masculinidad desde el aprendizaje de los sentimientos que más cerca están del ejercicio de la violencia
Según el modelo tradicional de hombre son pocas las alternativas posibles para los nuevos hombres, ya que la socialización permanece sin cambios ni cuestionamientos. Los hombres quedan reducidos a la expresión de la apariencia, la fortaleza y la violencia, que es en lo que se les educa y lo que se les permite dentro de la normalidad.
¿Cómo aprendemos a ser hombres con la negación de algunas emociones y sentimientos, por entenderse estos poco viriles o femeninos? En la figura 1 podemos ver cómo todos los agentes socializadores nos construyen en la ausencia emocional, la desconexión de la identidad como algo propio y en la coraza de no sentir, esa barrera invisible que la sociedad enseña a través de la frase: “Debes ser un hombre de verdad y por tanto...”
Figura 2. Consecuencias y carencias emocionales de ser socializado como hombre
Quien pasa la vida pendiente de la apariencia más que de su identidad real entra en el vacío del NO SER. Quien se instala y atrinchera en la fortaleza no deja salir su emoción y limita la escucha de su cuerpo, con lo que se atrapa a sí mismo en el NO SENTIR, coraza emocional que anula gran parte de su libertad y capacidad de comunicación e intercambio afectivo. Quien se enfrenta con todo para reforzar su debilidad interna a través de la violencia se pierde el contacto con la realidad y la escucha del dolor propio y ajeno, permanecer en una lucha constante solo propicia la soledad de NO ESTAR y NO ESTAR EN PAZ.
1 Según la estadística del Ministerio de Educación Cultura y Deporte en el informe 2015/16, en las universidades españolas el 54,1 % de las matrículas y el 58,0% de las personas egresadas son mujeres. Estos valores estaban invertidos en el año 2000 y a principios de los 80, momentos en los que la población universitaria femenina apenas alcanzaba el 25%
2. Modelo Masculino Tradicional Patriarcal (MMTP) y sus consecuencias
Ser hombre implica seguir las reglas sociales y las normas de comportamiento impuestas por el colectivo y por la tradición cultural, pero también pensar y sentir de una forma determinada. Se aprende a sentir como varones, a vestir como varones, a no expresar el cariño, el miedo o cualquier otro sentimiento que se identifique con la debilidad o con lo femenino. En este modelo, la comunicación desde el corazón no es segura, la razón y la ciencia deben guiar los actos y expresar lo que se siente y no lo que se debe sentir es peligroso. Como hombres se debe demostrar la masculinidad de poder, pasar las pruebas que la sociedad impone para demostrar que se posee, que somos “hombres de verdad”. Y en el camino por demostrar quiénes somos, perdemos la oportunidad de ser quienes deseamos ser y nos jugamos la piel.
Lo que más fácilmente heredamos de nuestros ancestros son las emociones que sostienen los comportamientos, por eso es fácil que los hombres sientan una fuerte emoción positiva frente al riesgo y al peligro. Es de alguna forma una oportunidad para poder demostrar la valía como hombre, algo que se siente internamente como un mandato, por ejemplo: cuando un hombre entra en competición al volante porque otro hombre le adelanta (más si es una mujer), cuando alguien le agrede y siente la necesidad de responder con la misma o más violencia para no demostrar estar amedrentado, o cualquier otra forma de demostración de valor o liderazgo que para los hombres es sinónimo de poder y reconocimiento, pero también origen de un tremendo daño contra sí mismo y su entorno. Todo esto da lugar a un modelo de hombre potencialmente peligroso y alejado de comportamientos saludables.
El MMTP y sus consecuencias para los hombres y su entorno
Desde el Centro de Estudios de Género y Masculinidades (CEGM) surgen en 1999 investigaciones con hombres jóvenes y adultos sobre la identidad masculina y sus parámetros sociales impuestos. El resultado será un esquema que desvelará los mandatos sociales de esa masculinidad heredera del patriarcado, es lo que llamamos Modelo Masculino Tradicional Patriarcal (MMTP). Se hizo a través de entrevistas personales y grupos de discusión que se orientaban desde la pregunta base: ¿Cómo es “un hombre de verdad”? ¿Qué tiene que hacer un hombre para ser “un hombre de verdad”? El resultado es un retrato en esquema (Fig.3) de la identidad de género que se proyecta sobre muchos hombres y que muchas mujeres entienden como real. Todos los elementos que aparecen en el esquema están relacionados y se retroalimentan para no dejar fisuras en el modelo hegemónico.
Según el mandato social, un hombre tiene que ser el poseedor del conocimiento y se le confiere la imposible virtud de la infalibilidad. Los hombres deben ser capaces de hacer cualquier cosa y tener conocimientos universales. Y como modelo están todos los superhéroes de ficción que todo lo pueden y que no creen en los límites. Raras veces un hombre contesta a una pregunta compleja con un simple "no lo sé", o dice no ser capaz de realizar alguna tarea, incluso aunque tenga que poner en riesgo su integridad física. Dentro de ese aparentar del MMTP está el aparentar saber y poder con todo como parte de una extraña demostración de poder. Una de mis alumnas de 16 años lo ilustraba con estas palabras a la perfección 2: "La mejor forma de conseguir que un chico haga algo es decirle que no es capaz de hacerlo".
Parte fundamental de la aventura de ser hombre pasa por expresar el valor a través del riesgo (Badinter, 92). Todo proceso de masculinización o adquisición de la identidad masculina requiere de algún rito de paso que implique riesgo y valor del aspirante (Bonino, 2015). Un ejemplo clásico en nuestra cultura fue durante mucho tiempo la “Mili” el servicio militar que te convertía en un “hombre de verdad”, pero también: el toreo, la velocidad extrema, el uso del fuego, los petardos y armas, la primera relación sexual coital, el consumo sin medida de alcohol y drogas, etc. En el caso de los varones adolescentes de hoy el único rito que se pasó de moda es el primero, los demás conservan plena vigencia y acentúan hasta el extremo el MMTP.
Por último, esa continua actividad y necesidad de mostrar y probar su identidad masculina obliga a los varones a estar instalados en el movimiento y en un viaje eterno sin llegar jamás a puerto y sin disfrutar de la travesía, al modo en que se describe a Ulises en la Odisea (Gil Calvo, 97). Mientras el príncipe azul comía perdices y era feliz con su amada en los cuentos y dibujos animados diseñados para chicas, las historias de chicos acababan con el caminar del héroe hacia el horizonte en busca de nuevas aventuras 3 (Sanz, 97, págs. 83-92).
Pero por debajo de la identidad aparente definida sobre estas líneas se sostiene una identidad oculta que rompe la norma del deber ser y que conecta a cada hombre con lo que desea ser realmente, alejado del modelo social de género. Es precisamente en ese plano en el que buscamos el futuro de las masculinidades, tantas formas de ser hombre como individuos existan y que esté alejado de la violencia machista y del riesgo como elementos masculinizantes.
El cambio posible de los hombres: Emociones y escucha
Dentro de la identidad oculta de cada varón se esconde una necesidad de crecimiento que rompa con la coraza que limita la expresión de las emociones. El camino para crear nuevas formas de ser y manifestarse como hombre pasa necesariamente por reaprender el mundo emocional y de la escucha. El hombre, por ser educado como tal, es analfabeto emocional y falto de la escucha solidaria y empática que le permite comprender a la otra persona y a sí mismo, no solo en el plano funcional, sino en el afectivo.
“Los Sambia de Nueva Guinea son un pueblo obsesionado con la masculinidad, a la que consideran altamente problemática, así como un dilema y una penitencia. Por tanto, la virilidad ha de inducirse artificialmente en los muchachos vacilantes. Para proceder a este estado seguro de masculinidad creciente, los más jóvenes deben ingerir el semen de los adultos mediante una felación, de este modo la ΄semilla΄ dará lugar a un varón grande y fuerte”. (Gilmore, 1994, 148).
La mujer es mujer y no necesita entrar en competencia para serlo. La naturaleza le concede un rito de paso seguro, la menarquia (primera regla)4. Ninguna otra mujer pone en duda su feminidad ni su identidad, no tiene que demostrar nada a nadie porque no es su obligación alcanzar o superar nuevos retos, puesto que socialmente se plantea como un añadido de autosuperación y no como un mandato.
Antes de nacer, el feto identificado como varón al descubrir en la ecografía unos genitales masculinos, genera ya unas expectativas: “¡Qué patadas pega! Es muy fuerte, seguro que será futbolista”, diferentes a las creadas por otro feto identificado como mujer: “Pega pataditas, que inquieta va a ser esta nena”. Al nacer se confirman algunas expectativas y se generan otras: “¿Ves?, es fuerte como un toro y con ese paquete que tiene seguro que hará estragos entre las mujeres”. De este modo se crean una serie de guiones de vida a los que hay que responder para no ser rechazados: "¿No crees que ese niño juega demasiado con muñecas?, es demasiado callado, a ver si se nos va a “amariconar".
El modelo de masculinidad patriarcal que predomina determina una serie de sentimientos y los transforma para reforzar la identidad del varón frente a cualquier atisbo de debilidad creando otras debilidades (Giddens, 95). Desde la apariencia, la tristeza y el dolor deben convertirse en fortaleza y contención. Un hombre no puede sostener siempre la tristeza o el dolor porque no sabe, el miedo le invade pero este tampoco le está permitido. Sólo le enseñaron a negar sus emociones, no a atravesarlas y permitírselas. Un hombre no puede mostrar siempre fortaleza frente al amor porque perderá a la persona amada. Tampoco puede resistirse a la alegría o al placer porque ninguna relación personal sería viable y placentera. Y tampoco puede dejar de ser hombre y de defender su virilidad aprendida. ¿Qué sucede cuando el varón “no da la talla”?
Cuando un varón cree no cumplir con el mandato del MMTP y su máscara de fortaleza se resquebraja, aparece la rabia en forma de impotencia. La rabia se transforma fácilmente en violencia y en agresividad, lo que le permite recobrar falsamente una situación de seguridad, es decir, se hace uso de la violencia para recuperar el lugar de poder.
Desde la fortaleza resulta imposible la comunicación en igualdad, el intercambio y los vínculos en clave de paz y, por tanto, también el placer y la sexualidad. La rabia acaba igualmente con los vínculos, pero tiene el efecto perverso de hacer recuperar un tanto de poder ficticio frente a las demás personas. De un varón instalado en la contención y en la fortaleza de espíritu, capaz de no llorar ni en el entierro de sus más queridos, surge un varón temido y distante.
Formas de aprender la escucha emocional
Se puede entender a los varones en pleno crecimiento y cambio de actitudes, pero no es suficiente con un cambio de imagen. Se precisa una adecuada revisión de cómo los varones escuchamos las emociones propias y ajenas, empezando por conectar con sus emociones reales más allá de las aprendidas.
En origen podrían existir muy diversos modelos masculinos pero todos ellos quedan cercenados por la transformación, y la translocación en las emociones que impulsa el MMTP. Esto implica el corte emocional del que antes se hablaba y la pérdida de la capacidad de expresión y escucha de las emociones, dicho de otro modo: la limitación de los hombres para desarrollar sus capacidades empáticas como mecanismo de poder y control.
Esta pérdida va a generar de forma inmediata una dificultad comunicativa de los varones con las mujeres, con otros hombres y consigo mismos. Aparece en este momento el conflicto relacional del que son víctimas un gran número de varones y de las mujeres masculinizadas, que imitan modelos de poder masculinos.
Ante esta situación se plantea un proceso terapéutico y educativo que pasa necesariamente por la reconstrucción del cuerpo de las emociones. A través de la terapia y de los ejercicios preventivos en las aulas se desarrolla la capacidad de autoescucha de mujeres y hombres para permitir que contacten libremente con su emoción en un proceso de introspección necesario y curativo. Los procesos de paternidad presente y corresponsable tienen el mismo efecto terapéutico con los hombres.
En segundo lugar se trabaja el “hacia afuera”, desarrollamos la escucha emocional y activa del otro a través de ejercicios de empatía, juegos solidarios y cooperativos que requieren de la implicación de la totalidad de la persona, en los niveles cognoscitivos y sensitivos. Dicho de un modo sencillo, se mejora la capacidad de comunicación desarrollando los espacios de placer de la persona y la creación de sus vínculos en equidad.
Este proceso conlleva la reestructuración del cuerpo en un cuerpo para la emoción, que pueda disfrutar y expresarse libremente sin límites de género, es decir, reeducar al cuerpo para que cambie su estructura y el pensamiento que crea la contención emocional. Es habitual ver a pacientes hombres que presentan corazas corporales (rigidez en las caderas la espalda, pecho bloqueado, tensión mandibular, etc.) visible exteriormente y como estas a lo largo del trabajo de desarrollo personal y terapéutico van reduciendo o desapareciendo en su totalidad.
2 Grupo de discusión parte del trabajo de investigación realizado en febrero de 1999 en Sagunto paralelo a unas intervenciones en el aula sobre “El cuestionamiento de los mandatos de género” del Proyecto Ulises.
3 En este sentido resulta realmente interesante el desempeño de los roles en series de dibujos Manga o La Patrulla Canina, Bob Esponja, Heidi, Candi, Oliver y Bengi y derivados o cualquier otro tipo de dibujo habitualmente japonés, donde se muestra claramente la sumisión o anulación de las mujeres, la competencia salvaje de los varones o las relaciones de poder entre razón y emoción. La sociedad japonesa posee una tradición patriarcal y capitalista llevada al extremo (el nivel de suicidio en adolescentes es muy elevado) y, sin embargo, entra en nuestras casas sin filtro ni vigilancia a través del 80 % de los cómics y las series de dibujos animados que consumimos en España y Europa.
4 Los problemas de identidad en la mujer habitualmente vienen parejos a las últimas reglas (climaterio) y al comienzo de la etapa de menopausia o la no consecución del mandato reproductivo.
3. Otras formas de construir igualdad como hombres diferentes desde las identidades endógenas y la teoría feminista
El camino para crear nuevas formas de ser y manifestarse como hombre pasa necesariamente por reaprender el mundo emocional y de la escucha empática. Somos, por ser hombres educados como tales, analfabetos emocionales y faltos de la escucha solidaria que mira y siente y que nos permite comprender a la otra persona y a nosotros mismos, no solo en el plano funcional sino en el afectivo. Se trataría de cambiar y amplificar los espacios de acción y efectividad por la pasividad (no iniciar sino solo estar en presencia consciente) y la afectividad. Conectando a los hombres con aprendizajes afectivos comenzamos ese duro y necesario proceso de desmasculinización social.
Para iniciar este otro parámetro de cambios masculinos además de los procesos de cuestionamiento en la escuela, potenciamos desde el Proyecto Ulises, y otros proyectos y entidades, grupos de reflexión y cambio solo para hombres. Algunos de estos grupos surgen de forma natural en paralelo a grupos feministas. En el estado español hemos censado aproximadamente 250 grupos de este tipo (aunque seguramente existan muchos más que no tienen un registro o se identifiquen públicamente) a través de los AIGHE (Asociación de Hombres por la Igualdad de Género, Hommes Igualitaris, Red de Hombres por la Igualdad, etc.
Según Vicent Marqués, uno de los propulsores de estos grupos, para aprender a repensarse como hombre la motivación de cambio proviene de las discrepancias con las exigencias sociales: “Desde las identidad masculina... a todo varón se le supone a priori, en virtud de su sexo, un carácter competitivo y desconectado de sus emociones. Pero este carácter no es solo una suposición, sino también una exigencia”. (Marqués, 1991)
Este es el precio que todos los varones tienen que pagar por los privilegios de la esfera pública. Un hombre se define por lo que hace, no por lo que es. El varón se realiza en la vida pública, halla su identidad en su trabajo. No este un coste bajo pero, en todo caso, este coste implica la posibilidad de mantener un estado de dominación o discriminación del colectivo masculino sobre el femenino, lo que a su vez permite disfrutar las posibilidades de la vida pública y otorga a todo varón un espacio donde ejercer su competencia como gobernador: el hogar. (ibid)
Para desarrollar y promover el cambio de los hombres, y por lo tanto la igualdad, es necesaria una renuncia consciente de los privilegios por parte de los hombres:
“...la historia de la desigualdad debe acabar, y la mejor forma de conseguirlo es mediante la renuncia a los privilegios nacidos de la injusticia.” (Lorente, 2009)
¿Existen nuevas masculinidades que renuncien a los privilegios culturalmente reproducidos y aprendidos desde la emoción?
En este sentido esta renuncia consciente precisa de un cambio de paradigma en la construcción y reconocimiento de las identidades de los hombres. Para ello no basta con un cambio en la forma de ser, sino también es preciso un cambio en la forma de relacionarse y priorizar tareas. Del lado de las investigadoras feministas llega el discurso de Chorodow (1978), que une las subjetividades masculinas con la necesidad del aprendizaje de los cuidados. Hombres más conectados con la empatía, con el cuidado y desde la igualdad lo hacen gracias al ejercicio consciente de la paternidad (unidad 2). De algún modo los hombres solo pueden ser hombres desde la emoción, la escucha afectiva y sin la violencia, si viven las experiencias de cuidado en el sentido más amplio, no solo a través de la crianza positiva y consciente, sino también en su desarrollo del cuidado a personas mayores y enfermas que hasta la fecha ha recaído fundamentalmente sobre la responsabilidad y la dedicación de las mujeres, el 92,3 % de los permisos laborales para cuidados lo solicitan las mujeres en nuestro país.
Si analizamos los modelos relacionales de los hombres, vemos claramente que es otra de las patas fundamentales en esta base para el cambio hacia la Igualdad con mayúsculas. Existe un gran campo de trabajo de intervención social y terapia para trabajar esta faceta de los hombres y los vínculos acordes o no con el modelo establecido, pero que sin lugar dudas requiere de una profunda reflexión, no solo en el amor, sino en cualquiera de los vínculos que los hombres pueden protagonizar.
Sería una falacia y una vuelta al modelo hegemónico de poder pensar que la identidad de los hombres y su cambio empiezan y acaba en ellos mismos y en la reforma de su identidad. Al igual que el proceso llevado a cabo por el feminismo en los últimos 150 años, empezamos el cambio de los hombres desde el sistema y el análisis de las estructuras patriarcales, luego desde dentro para observar al individuo y su construcción subjetiva, pero también es fundamental observar y cambiar desde las estructuras relacionales para que el cambio sea integral. De nada sirven ideales políticos de igualdad y hombres que se piensan desde la igualdad si, a la hora de vincularse, vuelven a chocar con las estructuras relacionales clásicas y jerárquicas donde pueden seguir ejerciendo de forma sutil sus privilegios. “Cuando los hombres se colocan frente a otros hombres habitualmente repiten el modelo ancestral de comportamiento porque sencillamente es el camino más veces transitado y que identifica a la manada o a la pandilla.” (Gil Calvo, 97).
Para construir una masculinidad desde el principio de igualdad, es preciso romper con el sistema de competencia y éxito de cada hombre contra el de al lado.
El poder masculino, y por tanto la identidad, está en juego en cada encuentro con otro hombre, se trata de una permanente necesidad de demostración, sensación de alerta y contención, es decir, no mostrar la debilidad frente a los rivales del mismo género.
En el espacio laboral suele darse con cierta frecuencia la pelea entre machos alfa por la demostración de poder, éxito, reconocimiento, alardeo de lo que se posee o se va a poseer y, con mucha demasiada frecuencia, las habilidades de caza de los hombres en relación a las mujeres. Esto también ocurre en el espacio social y en el modelo de amistad masculina donde lo primero no suele ser qué sino cuánto.
4. Referencias bibliográficas
Ritxar Bacete “Nuevos hombre buenos”
Otras formas de ser hombre desde el feminismo. Irantzu Varela
Algunas formas en que las masculinidad tradicional se expresa y cómo acallarla Erick Pescador
Educar para el cambio
Sabías que: Hay decenas de culturas donde el papel de los hombres en las relaciones familiares y la crianza son otros tangencialmente opuestos a los aprendidos en el patriarcado. Por ejemplo en Michoacán (México), o los “Musus” de las tierras de Oaxaca en el Pacífico, o los hombres Silk en la India.
Recuerda que: La masculinidades se aprenden y por tanto se pueden desaprender, cambiarlas y modelarlas hasta encontrar la propia o educar en la diversidad a las futuras generaciones de hombres.
Visibilidad de las diversidades y las violencias relacionadas
1. Visibilidad de las diversidades y las violencias relacionadas
El maltrato de los hombres hacia las mujeres y lo femenino en pleno siglo XXI y en el seno de una sociedad que se llama democrática e igualitaria es una lacra. Las violencias machistas son problemas de hombres que sufren las mujeres.
Entrando más en profundidad, se podría desgranar la violencia contra las mujeres, lo femenino y cualquier forma que no sea hegemónica masculina o heteropatriarcal, en muchos aspectos cotidianos. Dicho de otro modo, existe un nivel de violencia machista no tan visible de toda la estructura patriarcal contra los hombres que rompen la norma hegemónica y deciden vivir sus propias formas de ser hombres o de ser personas más allá de su adscripción biologicista de género o del modelo social predominante. Todas las “masculinidades Frikis” son la gran esperanza del cambio y por eso son tan atacadas por estructuras y personas del antiguo régimen machista.
En concreto, la violencia sexual hoy es un tema de alarma social y de preeminencia y a todas luces fundamental. Los hombres aprenden a través de los anuncios, las películas, los videojuegos, las novelas y series románticas y por demás, con la pornografía y la prostitución, que el cuerpo de las mujeres es de su propiedad y, por tanto, pueden y deben hacer uso de él y poseerlo, usurparlo o golpearlo con pleno derecho.
Un ejemplo claro de la violencia machista a través de la sexualidad y los cuerpos es el aumento exponencial de los contenidos en Internet que referencian abusos o violaciones. La muestra está en la cantidad creciente de vídeos e imágenes pornográficas donde se humilla, golpea o insulta a las mujeres como práctica de excitación sexual.
En la cara opuesta se hablará de cómo construir en el aula, en la calle y en la casa modos de cuidado y de relaciones de paz que son franca respuesta y alternativa a las atrocidades de la violencia por cuestión de género.
Rompiendo con el modelo de siempre tenemos grandes referentes actuales que hacen abiertamente campaña para considerar las diversidades masculinas, algo que sería impensable hace 10 años. Es el caso de Roy Galán e Isabel Duque (Psicowoman) que en conjunto y por separado abogan por una reflexión y un cambio que no tiene vuelta:
2. Origen y sostenimiento ideológico de las violencias machistas
Durante los últimos años han aparecido datos preocupantes referidos a las diferencias entre géneros: resultados académicos, elección de especialidades profesionales, asertividad, motivación, etc. Los varones realmente están abandonando los estudios antes y con peores resultados que las mujeres. Pero esto es solo un síntoma de un problema con mayor trasfondo.
Las personas que más de cerca viven estos procesos de diferenciación y reducción de posibilidades vitales por cuestión de género son las y los educadores y, en muchas ocasiones, es desde aquí donde proviene la demanda de intervención y seguimiento. Entre otras cuestiones resaltan el creciente abandono de los varones de sus estudios y la pronta incorporación a un mercado laboral (de forma precaria) frente a la creciente competitividad y mejor desarrollo académico de las mujeres (Barragán, 98).
El futuro que se dibuja pasa por una proletarización educativa de los varones y una culturización y capacitación de las mujeres. También sucede que no todas las mujeres acceden fácilmente al mercado laboral a pesar de su mayor y mejor formación y, si lo hacen, es siempre percibiendo salarios inferiores y con la imposibilidad de alcanzar altas cotas de poder y dirección en el seno de las empresas (Gil Calvo, 1997, 43 y ss.). Esta desigualdad básica se integra y reproduce a través de las escuelas y de las estructuras de género del proceso educativo. En definitiva existe un cambio social de las mujeres pero los hombres no han iniciado movimiento alguno, lo que paraliza un ajuste adecuado de las estructuras sociales hacia la igualdad.
A la vista de esta realidad que se plasma cada día más claramente en las aulas, surge la necesidad de definir qué ideologías y qué concepciones son las dominantes relacionadas con el género, y cómo estas pueden determinar o no los resultados académicos, el comportamiento diferencial en lo doméstico, en la expresión pública y privada de la masculinidad, en las relaciones inter e intra género y en las estrategias para el cambio de condición de género en pro de la igualdad y la equidad entre mujeres y hombres.
La información que aquí se presenta es el resultado de una investigación diseñada para captar las ideologías y las concepciones espontáneas de las y los jóvenes entre 14 y 18 años con relación a la creación y mantenimiento de las masculinidades. La investigación de se ha realizado en los últimos tres años y ha contado con la participación de 126 jóvenes de 3º y 4º curso de Educación Secundaria Obligatoria (ESO) en Santa Cruz de Tenerife, Valencia y Madrid. Además, se incluye una experiencia de intervención realizada posteriormente en un centro de educación secundaria en Sagunto.
Analizamos el significado y las consecuencias de algunas de las ideologías y concepciones que los jóvenes plantean con relación a las masculinidades. Al final y para completar el estudio aparecen una serie de propuestas de cambio para los currículos que, a nuestro entender, facilitarían el cambio hacia la igualdad minimizando, en la medida de lo posible, algunas de las consecuencias más perniciosas de la diferenciación de género.
El caso que nos ocupa hace referencia concreta a lo que sucede en la escuela con las relaciones y las vivencias de chicas y chicos adolescentes desde una perspectiva de género. En especial se centrará la atención en cómo las estructuras de género influyen en la formación y el desarrollo de las y los jóvenes dentro de los cinco ámbitos que a continuación se señalan.
La obtención de los datos y su análisis se realiza teniendo en consideración cinco ámbitos que consideramos clave, partiendo de un estudio preliminar y siguiendo la metodología de consenso entre tres jueces expertos. Surgen todos de un análisis previo de la expresión del tradicional conflicto en torno a la polarización genérica y a la definición de lo masculino. Los ámbitos son los siguientes: académico, doméstico vs. público, expresión pública y privada de la masculinidad, Relaciones intra e inter género y estrategias para el cambio.
1- Desde la perspectiva de lo académico, analizamos no solo los resultados o el nivel de fracaso, sino también la tendencia y elección de asignaturas optativas según el modelo abierto del nuevo plan de enseñanza para 3º y 4º de ESO (Enseñanza Secundaria Obligatoria) y cómo estos factores pueden estar definidos desde las identidades de género patriarcales. Este ámbito es de vital importancia, ya que fue su observación en la escuela lo que dio lugar a los estudios preliminares, en concreto, en relación con las dificultades de aprendizaje de los varones y su alto índice de fracaso escolar. También se incluye una revisión de los juegos y la motivación por el logro, por entender que en estos aspectos continúan las diferencias.
2- Al hablar de ámbito doméstico y del público, enfrentamos dos espacios de poder tradicionalmente asumidos como femeninos y masculinos respectivamente. Podría parecer que esta oposición ya no existe y que hombres y mujeres comparten de igual modo ambos espacios, pero la realidad es bien distinta a la vista de los resultados, lo que justifica sin duda atender a factores como la distribución de las tareas en el hogar, las representaciones de lo femenino y masculino que se hacen dentro de la casa, la expresión de la paternidad y la maternidad y la distribución del ocio. Es otro de los indicadores más cotidianos que miden cuánto ha cambiado la sociedad en el sentido de igualdad entre géneros.
3- El tercer ámbito se refiere a cómo se visualiza y aprende la masculinidad, o lo que es lo mismo, la representación social de la experiencia masculina, de la masculinidad aprendida y reforzada desde lo cotidiano. Los hombres, y las mujeres por imitación del modelo imperante, resignifican el éxito y la violencia como indicadores de pertenencia a un género dominante. En este apartado también se analizan el androcentrismo presente en todos los espacios sociales y la necesidad de diferenciar entre mujeres y hombres como dos realidades contrapuestas e irreconciliables. Por último se atiende también aquí la homofobia como factor reafirmante de la masculinidad, gran fantasma que hace inseparables cuestiones de orden distinto, como son la identidad de género y la orientación del deseo.
4- Completando la expresión de la masculinidad, en el cuarto ámbito se trata la interacción entre personas del mismo y distinto género, cómo estas responden a la norma social y cómo se expresan: ¿qué tipo de dificultades genera una perspectiva masculina de las relaciones inter e intra género? El ámbito comprende las relaciones de amistad, amor y sexualidad, aun teniendo conciencia de que los conceptos no definen realidades estrictamente separadas, ya que en lo cotidiano se superponen y combinan.
5- Por último, hablando de estrategias para el cambio, se dará un repaso a lo que podría ser un cambio hacia la igualdad que se propugna desde los medios públicos pero que, solo en contadas ocasiones, se manifiesta en lo cotidiano o en lo privado. Se pregunta en este apartado por el grado de concienciación para el cambio, las explicaciones que chicas y chicos dan a las realidades de discriminación y las estrategias reales con las que cuentan para realizar esos cambios hacia la igualdad entre los géneros. Tratándose de temas tan extensos e interconectados como los aquí tratados, resulta lógico que el trabajo de investigación sea abierto, participativo, interactivo y difícilmente reducible a lo meramente numérico. El tipo de metodología empleada es, por lo tanto, básicamente cualitativa y se ha partido de un análisis basado en dos estudios: en el primero se trabaja sobre las ideologías derivadas de los grupos de discusión mixtos y mono-genéricos (tres grupos por centro). En el segundo estudio se analizan las concepciones espontáneas surgidas de entrevistas personales a 10 chicas y 10 chicos por centro.
La estructura diferenciada de géneros dificulta especialmente en los varones: las relaciones personales y la construcción de una identidad personal sólida (y por tanto la autoestima y la motivación por el cambio). De algún modo se están educando varones adolescentes inmersos en el conflicto y la apatía, incapaces para relacionarse y con un profundo miedo a equivocarse.
En consecuencia, el problema que se plantea en esta investigación y en la posterior intervención es doble: por un lado, el análisis y la comprobación de las dificultades que genera el actual sistema de representación del género en la escuela. Por otro, el planteamiento crítico del origen de esos conflictos y la posible elaboración de pautas educativas que corrijan las circunstancias discriminatorias y las dificultades de entendimiento entre mujeres y hombres.
El sistema educativo como uno de los agentes socializadores básicos crea y sostiene ideologías y concepciones espontáneas que definen los roles de género de mujeres y hombres. Es durante la adolescencia (entre los 12 y los 18 años) cuando estas construcciones simbólicas de la realidad toman su mayor expresividad y se asumen e integran dentro de la vivencia de la sexualidad, de las relaciones personales y de los proyectos de vida y comportamientos habituales. Es decir, las ideologías y las concepciones aprendidas o reforzadas en la escuela en torno a la identidad y condición de género troquelan la individualidad generando modelos de comportamiento que aparecen en nuestra sociedad como problemáticos. El espacio social queda definido entonces en términos masculinos ya que el origen de nuestra sociedad es patriarcal, esto supone una transformación de las mujeres hacia modelos masculinizantes y la pérdida de espacio y de modelos de los hombres que cada vez ven el espacio que les define frente a las mujeres más reducido. El resultado de tal proceso es el caos de las masculinidades y la anulación de todo aquello considerado femenino.
Las capacidades académicas vienen determinadas por la asunción de un rol masculino o femenino al igual que las temáticas seleccionadas para el estudio. El fracaso escolar de los varones es muy superior al de las mujeres y crece especialmente en el tramo de edad de la adolescencia. Por otro lado, la motivación por el logro es prácticamente inferior en los varones en comparación con el crecimiento que experimenta en las mujeres.
Las mujeres abandonan el espacio doméstico en pos de una mayor ocupación del público, sin embargo para los varones es impensable el flujo contrario. La consecuencia es que el espacio doméstico queda deshabitado, con lo que ello supone para la crianza y el cuidado de las hijas y los hijos. Los roles femeninos y masculinos se entrecruzan pero siempre desde la consideración de que un hombre pierde prestigio al tomar roles tradicionalmente femeninos, mientras que una mujer gana una mejor consideración social al entrar en el mundo del trabajo y de lo público. Se ejercen una paternidad y maternidad ausentes. El ocio es un espacio plenamente reservado a los varones mientras que las mujeres no disponen de él por duplicar su jornada entre lo público y lo privado o no se creen con derecho a poseerlo, es por ello que la mayoría de las actividades de ocio se diseñen para los varones. A pesar de la creciente entrada de la mujer en el mundo laboral, continúa existiendo una importante discriminación laboral relativamente aceptada por la sociedad que sigue considerando que la mujer tiene menor capacidad para todos aquellos trabajos que tengan que ver con el estudio, la gestión o la fuerza física, mientras que sí se las considera dentro del espacio del cuidado, la educación y lo doméstico, pero siempre percibiendo sueldos inferiores. Todo esto puede verse reflejado en las ideologías y concepciones actuales de los adolescentes.
Nada de esto puede evolucionar hacia un cambio sin antes modificar la expresión pública de las masculinidades. Si no surge una idea distinta de varón, no es posible que la mujer y el hombre convivan desde la igualdad y la equidad y sin la necesidad de modelos y roles de género castrantes.
Los modelos tradicionales de varón generan una idea del éxito estereotipada que no deja lugar a la mujer. A su vez, promociona comportamientos violentos y agresivos en los varones que imitan las mujeres ya que, a pesar del rechazo aparente ante dichos actos, la violencia se considera en nuestra sociedad como un mecanismo útil para alcanzar objetivos. El andro-centrismo y la lucha entre los géneros refuerzan las diferencias entre hombres y mujeres. La homofobia aparece como otra de las claves para reforzar la identidad masculina y la ejercen también las mujeres.
Las relaciones entre los géneros están mediatizadas por la definición de género y aparecen modelos diferentes y frecuentemente antagónicos de amistad, amor y sexualidad, impidiendo la formación de modelos coincidentes, complementarios o compatibles. También las relaciones entre personas de un mismo género se ven afectadas por estas predeterminaciones sociales, en especial en la relación entre los varones donde la intimidad, el cariño o la proximidad física quedan anuladas. Consideramos que los varones no poseen ni motivación ni estrategias para el cambio hacia la equidad ya que no existen modelos de varón socialmente reforzados (dado que la competitividad es muy elevada). Tampoco existe una conciencia de la necesidad de cambio, y si existe, es solo desde la apariencia del eslogan social de un feminismo en pleno desarrollo, pero que aún no ha calado en la conciencia individual.
Ni mujeres ni hombres pueden dar explicación a la discriminación y la diferencia lo que hace de esta circunstancia algo aún más abstracto y más complicado de cambiar. Los resultados alcanzados son ricos y diversos, sin embargo intentaremos centrarnos en tres puntos clave:
- Las paradojas de las masculinidades en el siglo XXI y el mantenimiento del modelo tradicional de masculinidad.
- Expresión de las emociones en varones adolescentes y génesis de la violencia.
- Aplicación práctica de los resultados y creación de una conciencia crítica frente a las masculinidades.
2.1. Las paradojas de las masculinidades en el siglo XXI y el mantenimiento del modelo tradicional de masculinidad
Los hombres no existen
Etimológicamente, "masculino" se asocia a macho cuya raíz proviene del latín "masculus", propiamente diminutivo de "mas / maris", de igual significado. Sus derivados son: machango, machona, machota, machón, 1734. Machorra: "estéril", (1495 Dic. Español-Latino de Nebrija), tan incapaz de concebir como un macho. Cultismos: Masculino (1438 Corbacho de Martínez de Toledo), del latín "masculinus"; masculinidad, 1734. Emascular, lat. emasculare "castrar"; emasculación. Compuestos: Machiembrar, 1765- 83 (Corominas, 1961).
Como adjetivo: "... Todo ser dotado de órganos fecundantes. Propio del varón o animal macho... Conjunto de cualidades en que consiste ser masculino o muy masculino" (Moliner, 1966).
Masculinidad es todo aquello que se identifica o tiene calidad de masculino. Consideramos que lo masculino es lo propio del varón o del animal macho. Como adjetivo puede aplicarse a todo ser dotado de órganos fecundantes” (Diccionario Ilustrado de la Lengua Española, 1974)
Si entendemos como varón a aquel individuo hombre que representa y sostiene lo masculino y representa la masculinidad, por oposición NO son varones quienes no representan lo masculino o lo muy masculino, quienes están castrados, quienes no hacen cosas propias del animal macho y/o quienes no posean órganos demostradamente fecundantes.
En consecuencia, del conjunto de los varones de una sociedad determinada, pongamos por ejemplo la nuestra, no son tales:
- Las personas que no representan lo masculino en el sentido tradicional y tal y como definen las normas sociales y las ideologías que las sustentan.
- Los hombres que aun siendo masculinos no son muy masculinos.
- Las mujeres que aun siendo masculinas carecen de órganos fecundantes.
- Los niños que siendo o no masculinos no pueden demostrar que sus órganos son fecundantes
- Los hombres de cualquier edad que por edad o condición no pueden fecundar.
Sería necesario añadir a lo citado en los diccionarios lo que se muestra en las ideologías de hombres y mujeres de nuestra sociedad y las contradicciones que representan:
- Los hombres no lloran, si lloras no eres hombre.
- Los hombres no son débiles, si expresas lo que sientes eres débil, si sientes no eres hombre.
- Los hombres son más hombres si erectan y eyaculan en el fondo de la vagina, si ese no es tu objetivo o tu práctica sexual favorita, no eres hombre.
- Los hombres son más hombres cuando son padres de hijos varones.
- Los hombres no son mujeres, si haces cosas de mujer ya no eres hombre.
- Los hombres tienen el poder (político, económico, social, etc.) si no tienes poder no eres hombre.
- Los hombres son fuertes y agresivos, si te muestras pacífico no eres hombre.
El término "masculinidad" aparece por vez primera en 1734, en el tercer volumen del Diccionario de Autoridades de la RAE (Real Academia Española) y se define como "la calidad que constituye o diversifica el sexo masculino, es voz usada en lo forense. Latín 'Masculinitas'. Deriva de 'másculo'."
En nuestra sociedad la masculinidad constituye desde lo homogéneo y hegemónico más que diversifica a los varones. Esto significa que socialmente solo existe una forma adecuada de representar la masculinidad en sociedad y, si no corresponde con la propia, entonces no se puede ser un hombre de verdad.
Los varones adolescentes representan de igual modo esa búsqueda sin sentido, un viaje a ninguna parte intentando ser un hombre de verdad cuando en realidad los varones no existen. ¿No existe la diversidad? No existe el hombre.
Nos equivocamos al hablar de masculinidad en singular. Al decir masculinidad y no masculinidades estamos presuponiendo la singularidad del término, de tal modo que parece como si solo hubiera una forma correcta y adecuada de representar lo masculino y de ser hombre, y socialmente así es. Sin embargo, la diversidad cultural de nuestro mundo permite analizar diversos matices de comportamiento de género en las distintas sociedades.
“La diversidad masculina persiste de un extremo al otro del mundo a pesar de la creciente occidentalización” (Badinter, 1993, 44).
Entre las culturas occidentales y orientales, por ejemplo, la diversificación social es mayor y, por tanto, podemos encontrar formas muy distintas de ser hombre y de mostrar la virilidad. Mientras que en la sociedad española los jóvenes demostraban su virilidad cumpliendo el servicio militar, colocándose frente a un toro, bebiendo hasta perder la consciencia o realizando cualquier otra acción de riesgo, en China la virilidad se alcanza por el respeto y por un comportamiento honorable y en ocasiones sumiso frente a los varones más ancianos, quien pierde su honor pierde su masculinidad. La multiculturalidad se muestra entonces como un factor que amplía el concepto reducido de masculinidad. Sin embargo, Gilmore (1994) afirma que trasciende una idea continua de ser hombre y que esta viene determinada entre otros factores por la existencia de pruebas para obtener su masculinidad. Las masculinidad siempre está en duda y depende de la superación de dichas pruebas, distintas en cada cultura.
Se trata de demostrar ante el entorno social que se poseen las capacidades de un adulto varón, aunque esas capacidades y pruebas varíen según el entorno. Hay una tendencia a unificar una forma concreta de ser hombre para evitar la diversidad y la supuesta confusión que conllevaría.
Por otro lado, dentro de cada sociedad existen individuos capaces de sentir y pensar, cuyas características circunstanciales y vivenciales les hacen diferentes a otros, a pesar de la creciente hegemonía del comportamiento humano. Muchas veces existe mayor parecido entre una mujer y un hombre que entre dos hombres.
Montoya (1998) analiza la masculinidad en Nicaragua y su vinculación a la violencia y habla sobre “la identidad masculina hegemónica en Nicaragua” haciendo referencia a una “masculinidad asignada”, que no es otra cosa que “la forma legítima y que sirve de medida según el contexto sociocultural” para saber cómo se adquiere o no la condición de varón adulto (Conell, 1995).
Pero a pesar de la asignación social y de la tendencia cultural:
“Cada uno tiene su propia percepción y vivencia de lo que significa ΄ser hombre΄. Cada uno vive ese ΄deber ser hombre΄ de la masculinidad hegemónica de manera distinta de acuerdo con sus otras condiciones de vida determinadas por la clase, raza, etnia, edad, preferencia sexual, época histórica, etc.” (Montoya, 1998, 16).
A ese largo etcétera añadiríamos la subjetividad como elemento aglutinador de la variabilidad y la homogeneidad. Cada varón está representado por una parte del modelo social de masculinidad y por la diversidad de su identidad más profunda como persona, como ser irrepetible.
De este modo, los varones atienden a dos parámetros que definen su forma de ser hombre: Por un lado los aspectos sociales que parten de lo homogéneo, y por otro lo que parte del individuo en relación con su medio y sus condiciones particulares, que diversifica la idea de masculinidad y por tanto la pluraliza.
“La autoidentidad, es decir, la percepción de sí mismos, se conforma por la conciencia que el sujeto tiene de sí mismo en relación con el mundo, pero también se construye a partir de la identidad asignada por la cultura y el medio social” (Ibid.).
El término “masculinidad” va ligado a diversos reconocimientos sociales que jerarquizan lo masculino sobre lo femenino. La masculinidad es, por tanto, una cualidad de mayor valor y representatividad social que su antónimo, la feminidad. Ser masculino tiene aún hoy un sobre valor positivo mientras que lo femenino puede ser utilizado incluso como contravalor: “es demasiado femenino”.
El valor de lo masculino a través del lenguaje muchas veces queda oculto por lo cotidiano y tradicional. El lenguaje masculiniza la realidad y determina lo que es prioritario, deseable y posee un mayor valor.
El patriarcado divide y determina los espacios de poder entre los géneros. Reproduce la idea positiva y valorada de "masculinidad" y de "lo masculino" a través de afirmaciones o requerimientos como: "sé un hombre de verdad", o "debes ser un auténtico hombre", indicando que la acción contraria a la norma es ser "poco hombre" o "femenino", lo que haría perder todo el valor a la persona.
La sociedad castiga severamente, a través de la vergüenza y el ostracismo, todas las transgresiones de los hombres frente a lo masculino, preservando cada norma androcéntrica que asegura la reproducción de un sistema de poder arcaico desde y para los varones y en oposición a las mujeres y lo femenino. Es decir, no ser o no demostrar "ser hombre" se identifica con “ser femenino” y, por tanto, desprovisto de valor social. La masculinidad no surge por sí misma, sino como oposición y negación de lo femenino (Marqués, 1992).
“Generalmente los machos aprenden lo que no deben ser para ser masculinos antes que lo que pueden ser. Muchos niños definen de manera muy simple lo que es la masculinidad: lo que no es femenino” (Hartley, en Badinter, 51, 1993).
Todas estas definiciones presentan un modelo único para ser hombre, una masculinidad singular que no permite la variedad, castiga la disidencia e impide la innovación. Como veremos en nuestro estudio, y a pesar de las pretensiones homogeneizadoras de nuestra sociedad occidental, masculinidades hay tantas como personas las representan, al igual que feminidades.
En definitiva, la masculinidad como adjetivo significa poder, no ser femenino y no poder decir con libertad lo que se siente. Como sustantivo representa a personas y cosas, actitudes y comportamientos que tienen asignado el símbolo positivo frente al sustantivo feminidad, que representa un símbolo negativo o sin valor social. Pero también la palabra masculinidad representa a todos los varones, sus actitudes y formas de pensar, y hoy no coinciden más que en su diversidad.
3. Trabajando sobre las violencias sexuales con los hombres
Suponemos que el modelo tradicional está en crisis, pero sin embargo el modo de ser hombre no se ha modificado. Contraponiendo las ventajas y los inconvenientes del modelo deberíamos hallar la respuesta al inmovilismo del modelo patriarcal tradicional. Partiendo de la investigación antes mencionada y de trabajos posteriores, hemos hallado una serie de elementos que definen las dificultades que implica la expresión de la masculinidad tradicional y los refuerzos que la sociedad crea para su conservación frente a otros modelos alternativos de masculinidades.
Dificultades
Los adolescentes expresan las dificultades para ser hombres a partir de la queja. La queja frente a la mujer y a otros hombres. Por ejemplo hay un cierto hastío a la necesidad de llevar siempre la iniciativa, a ser los mejores o a demostrar y aparentar que pueden con todo a pesar de que no deseen aceptar todos los retos. A la hora de relacionarse tienen dificultades para expresar sus sentimientos, miedos y debilidades y creen no poder permitírselo, sobre todo delante de otros compañeros. Es como si necesitaran “mantener el tipo” a todas horas y solo en contadas ocasiones pudieran soltar y relajar un tono de tensión y apariencia excesivos.
Esto se expresa en la dificultad para decir no o en la imposibilidad de no acertar un reto: “...la mejor forma de hacer que un chico haga lo que tú quieras es picarlo y decirle que no puede hacerlo...” “Los chicos son muy fáciles. Ellos siempre tienen ganas de lo mismo”.
En el sexo ocurre algo paradójico y triste. Muchos chicos manifiestan en confianza su dificultad para sentir placer en una relación sexual en la que toda la iniciativa y la responsabilidad deben asumirla ellos. Son ellos quienes deben dar el primer paso, llevar el preservativo y buscar el lugar adecuado.
Expresar sentimientos o intentar mantener y sostener un modo de vida prefijado por la sociedad resulta una continua dificultad, pero en el caso de los varones el castigo por no respetar la apariencia significa poner en duda su identidad como hombre. Existe un alto grado de contención de las emociones y los sentimientos y esto termina generando rabia y agresividad contra uno mismo y/o contra las demás personas. Al mantener la apariencia de fortaleza y poder, un hombre jamás puede mostrarse débil. Expresar los sentimientos abiertamente, incluso en la intimidad, se entiende en nuestra sociedad como un signo de debilidad, de modo que el hombre siempre debe ir de duro vaquero capaz de resolverlo todo.
Con semejante grado de fingimiento las relaciones y los vínculos son los primeros espacios afectados (además del propio espacio). Con las mujeres las relaciones se muestran muy complejas, porque roto el vínculo materno-filial hombres y mujeres somos educados y aprendemos a sentir de formas diferentes, como si perteneciéramos a dos culturas dispares: una subcultura femenina y otra subcultura masculina (Sanz, 1997, 26 y ss). Desde la sexualidad, pasando por la pareja y por la forma de ver el mundo, se crean dos formas opuestas de vivir con ciertas dificultades para la conciliación y la creación de espacios de paz e igualdad.
Si un hombre intenta comunicarse profundamente con otro hombre, lo más probable es que no obtenga respuesta o ninguno de los dos esté preparado para escuchar ni para hablar. Al hablar del amor los chicos entrevistados decían que les resultaba mucho más fácil charlar de estas cosas con una amiga, mientras que un amigo solo los podía sacar de borrachera para olvidar las penas de amor.
En el supuesto ejercicio de la paternidad el vínculo no es afectivo sino funcional y de protección: “Hijo, ¿cuánto dinero necesitas” “¿Por qué mis hijos no me hablan si yo les he dado siempre todo lo que me han pedido?, les he dado de comer y todos los caprichos”. Un gran porcentaje de los chicos que participaban en los grupos de discusión manifestaban la imposibilidad de mantener una conversación con sus padres sobre sentimientos, sus padres lo viven extrañamente como un símbolo de debilidad y vulnerabilidad.
Refuerzos
Vienen representados en general por todos aquellos valores culturales tradicionales que marcan lo que debe ser un hombre de verdad. De este modo el machismo, como expresión de las ideologías patriarcales, representa el vínculo central para los varones que refuerza una forma de ser y actuar realmente pasada de moda y políticamente incorrecta.
El machismo tiene diversas expresiones más o menos visibles socialmente, la violencia doméstica sería la más explícita y, por ejemplo, la microviolencia a través del lenguaje sería una de las implícitas. El machismo es un modo de perpetuar un modelo patriarcal de dominación infravalorando y menospreciando lo femenino y a las mujeres, es la expresión del miedo a ser o parecer mujer, el rechazo a lo femenino como símbolo de debilidad.
El rechazo a lo femenino se expresa como una reafirmación de la leve identidad masculina. La misoginia es un valor social. Odiar y rebajar a la mujer frente al hombre es un mandato de la cultura judeocristiana.
La homofobia, de igual modo, es un odio a lo femenino representado en una figura masculina. Nuestra sociedad es, por tradición, homofóbica. Si ser femenino es ser débil, ¿qué puede ser más terrible que un hombre que debe aparentar fortaleza represente el papel de la debilidad?
Todos los elementos de este cuadro funcionan como refuerzo de la masculinidad tradicional porque quien no los respeta pierde el valor social.
¿Salud o Masculinidad Tradicional?
Al final los hombres debemos plantearnos que escoger: una vida saludable y sostenible o un modelo de masculinidad que genera violencia y destruye nuestra salud y la de las personas de nuestro entorno.
El género influye de forma grave y definitiva sobre el comportamiento y el pensamiento de mujeres y también de los hombres, es como una marca de origen que va a definir muchas de nuestras vivencias, emociones y costumbres, y que desde luego afecta a nuestro equilibrio y salud integral (física y psíquica).
Mujeres y hombres tenemos diferente aprendizaje de nuestros papeles sociales y de lo que podemos y no podemos hacer, por tanto y en relación a la salud, tendremos también formas distintas de cuidar nuestro cuerpo y de colocarnos frente a situaciones de riesgo o del autocuidado, de respeto a la vida o del conocimiento real de nuestros límites psíquicos y corporales. Pensemos por un momento cuántos hombres viven con enfermedades y afecciones graves ligadas a la demostración de su masculinidad más rancia o a la búsqueda sin fin de refuerzos a su identidad de poder, y cuántos mueren por ello, por intentar ser “demasiado hombres de verdad”. Esto es lo que llamamos muerte por demostración, o en el lenguaje popular muerte “por huevos”. ¿Cuantos hombres ponen en riesgo su vida y la de quienes les rodean para hacer un alarde de su poder macho-machista?
Podemos acudir a la estadística y hacer una comparativa de género:
- En los accidentes de tráfico, más del doble de hombres que de mujeres, la mayor parte de los hombres al volante y la mayor parte de las mujeres en el asiento de al lado.
- En las bajas laborales causadas por potenciar el valor y el riesgo masculino.
Como hombres:
- Tenemos 6 años de vida menos (y de peor calidad en los últimos años)
- Acumulamos el 92% más de accidentes laborales
- Duplicamos gasto de hospitalización y dependencia
- 84% más enfermedades por mala nutrición y obesidad
- El 62% del consumo de drogas (y cómo se consumen)
- Representamos el 70% bajas laborales por accidente
- Causa del 76% de los accidentes de trafico
Si entendemos la salud como un concepto integral que atiende a “...un estado de completo bienestar físico, mental y social, y no solamente la ausencia de afecciones o enfermedades” (OMS, 1946) debemos trabajar por ella desde todas las perspectivas y modificar las imposiciones sociales de género para prevenir atentados contra la salud pública y el sobregasto que supone al estado que los hombres sean tan hombres.
Resulta imprescindible e inaplazable cambiar los hábitos de la masculinidad tradicional que atentan directamente contra la salud de la mitad de la población y pone en riesgo a la otra mitad. Ésta debería ser una de las prioridades en las intervenciones socio-sanitarias y buscar las claves para poder detectar y observar cómo los hombres se relacionan con los hábitos saludables y como hacer una atención integral y preventiva desde la perspectiva del estudio de las masculinidades desde la diversidad con menos violencias y autoviolencias, con más desarrollo de los cuidados
¿Por qué los hombres tienen peor salud? ¿Por qué se accidentan más y con mayor gravedad? ¿Por qué los hombres se mueren antes y en peores condiciones y con peor calidad de vida?
Los hombres ni aprendemos ni practicamos el cuidado, ni con nosotros mismos ni con las demás personas de nuestro entorno, fundamentalmente porque no somos socializados en ello. Nuestros juegos de infancia como futuros “hombres de verdad” nos inducen al riesgo, la aventura, el valor sin apego a la vida. La sociedad patriarcal no refuerza un comportamiento cuidador en los hombres, como sí lo hace en el caso de las mujeres.
Al final los hombres decidimos qué tipo de hombres queremos ser y cómo y cuánto tiempos queremos vivir.
Educación Sexual y por supuesto afectiva
1. Expresión de las emociones y génesis de la violencia
¿Cómo es la o las Sexualidad/es?
En teoría libre y diversa, por eso tenemos el poder sobre los cuerpos y podemos decidir en el maco de una sociedad patriarcal creada por y para los hombres. En la práctica un cúmulo de límites y miedos donde el más mínimo gesto cambia nuestro poder por fracaso y nuestra virilidad por impotencia.
Socialización de los sentimientos
Ser hombre implica seguir las reglas sociales, las normas de comportamiento impuestas por el colectivo y por la tradición cultural, pero también pensar y sentir de una forma determinada. Los hombres aprenden a sentir como varones, a vestir como varones, a no expresar debilidad, miedo o todo aquello que se siente. Aprenden que la comunicación desde el corazón es peligrosa, que la razón y el pensamiento deben guiar sus actos y que expresar lo que sienten y no lo que deben sentir es de débiles.
Antes de nacer, el feto identificado como varón por descubrir en la ecografía unos genitales masculinos, genera ya unas expectativas: “Qué patadas pega, es muy fuerte, seguro que será futbolista”, diferentes a las creadas por otro feto identificado como mujer: “Pega pataditas suaves, qué inquieta va a ser esta nena”. Al nacer se confirman algunas expectativas y se generan otras: “¿Ves? Es fuerte como un toro y con ese paquete que tiene seguro que crea estragos entre las mujeres”.
A lo largo de toda la socialización se siguen modelando los sentimientos y el comportamiento del varón patriarcal:
- En la primera infancia: “No llores”
- Al llegar a la escuela: “Tienes que ser el mejor”
- En la adolescencia: “Deberías salir más con chicas”
- Desde el lenguaje: “Dile a los hombres que vayan sentándose en la mesa que la comida ya está”
- Frente al amor: “No te enamores, que es una locura”
- Frente a las mujeres: “Todas las mujeres te quieren cazar”, “Todas las tías son unas putas”
- En el trabajo: “Tienes que ganar mucho y ser famoso”
- En el matrimonio: “Tú llevas los pantalones, tú decides”
El modelo de masculinidad patriarcal que predomina modela una serie de sentimientos y los trasforma para reforzar la identidad del varón frente a cualquier atisbo de debilidad. Desde la apariencia la tristeza y el dolor deben convertirse en fortaleza y contención, y luego quizá en rabia, pero un hombre no puede sostener la tristeza porque no sabe, el miedo lo invade, solo le enseñaron a negarla, no a atravesarla. Desde la fortaleza y la rabia es imposible la comunicación en igualdad, el intercambio y los vínculos en clave de paz y, por tanto, también el placer y la sexualidad.
El varón adolescente expresa sus sentimientos a través de la contención y de la violencia, y presenta graves dificultades relacionales debido a la necesidad social de representar un modelo de hombre que no desea ni comparte.
Resulta fundamental crear un espacio de reflexión entre varones y de creación de una conciencia crítica. Por medio de intervenciones programadas en los centros se puede propiciar la creación de estos espacios:
- MODELO DE LA MASCULINIDAD PATRIARCAL
- TRANSFORMACIÓN DE LOS SENTIMIENTOS
- CONFLICTO RELACIONAL
- INTERCAMBIO
- PLACER
- IGUALDAD
- DEBILIDAD
- ALEGRÍA
- AMOR y MIEDO
- DOLOR y TRISTEZA
- FORTALEZA Y RABIA.
Apreciaciones globales
Se confirma que existe un conflicto abierto entre mujeres y hombres por y desde la desigualdad y la jerarquía de género: por una parte una igualdad no lograda, simbolizada y teorizada pero no trascendente hasta lo cotidiano, por otro, una masculinidad patriarcal persistente sin modelos alternativos todavía. El resultado de los cambios iniciados por la mujer hacia una cultura igualitaria resulta insuficiente, y lo conseguido hasta ahora precisa de una revisión y modificación de las ideologías que sustentan las masculinidades sin espacio para la crítico y el cambio. Estamos en una sociedad en tránsito que se adapta a las exigencias del feminismo, pero que no modifica las bases del conflicto social. A cada paso el patriarcado se filtra en las ideologías que sustentan la vida cotidiana y solo existe una apariencia de cambio e igualdad. Mientras esta situación no evolucione hacia un cambio más coherente y real, el horizonte social de la igualdad entre géneros será solo una farsa, una pantomima, un teatro de apariencia. Del estudio y el trabajo de intervención se derivan tres tendencias de pensamiento expresadas por medio de las ideologías o las concepciones espontáneas:
1- Un porcentaje pequeño de los adolescentes mantienen y defienden una ideología patriarcal y machista con relación a las masculinidades (sobre todo varones). A esta tendencia la denominaremos Tradicional- Patriarcal.
“Un hombre jamás debe fregar un plato pudiendo hacerlo una mujer”
2- Otro pequeño porcentaje, sobre todo de adolescentes mujeres, opta por una tendencia feminista que reclama un cambio y rechaza la masculinidad en su expresión tradicional, tanto teóricamente como en la práctica cotidiana. Sería una tendencia feminista-progresista que choca con la realidad.
“Mujeres y hombres pueden fregar los platos”
3- Por último una tendencia mixta representa a la mayoría de los adolescentes, se expresa desde el eslogan del cambio y la igualdad pero tiene un trasfondo de comportamientos cotidianos patriarcales y tradicionales no puestos en duda. Es un sí al cambio y un no a la modificación de las estructuras sociales que sustentan la definición de género actual.
“Un hombre puede ayudar a fregar los platos sin dejar de ser hombre”
La encrucijada entre los dos modelos genera un momento de crisis para la masculinidad tradicional y para las masculinidades individuales, pero no de cambio. Los varones necesitan también un cambio, pero es preciso que descubran las ventajas de ese cambio.
El modelo mixto provoca que, a pesar de la evolución social de los varones en otros aspectos, haya una gran dificultad a la hora de expresar y canalizar las emociones. Deben seguir manteniendo el tipo y ser nuevos hombres, pero sin conectar consigo mismos y sin expresar con libertad aquello que sienten, sin miedo y sin contención. La contención genera tensión y esta a su vez da lugar a rabia y agresividad, fáciles de expresar para cualquier hombre.
Si los hombres no pueden mostrar ninguna característica tradicionalmente femenina ni tampoco mostrar emociones o sentimientos más allá, de la rabia:
- ¿Qué y cómo pueden aprender una sexualidad sana, igualitaria y desde el cuidado?
- ¿Qué sexualidad les es permitida y será potenciada desde su socialización de género?
2. Aprendizaje masculino de la prostitución y pornografía frente a la igualdad
Nadie mejor que Peter Pzil para explicar la infame conexión entre prostitución, pornografía y violencias machistas.
https://feminicidio.net/articulo/los-hombres-la-pornograf%C3%ADa-y-la-prostituci%C3%B3n
El daño que la prostitución genera en los hombres, podríamos resumirlo en estos cinco apartados:
- La pornografía separa la sexualidad de los hombres tanto de los sentimientos propios como de las relaciones cotidianas y, de esta manera, contribuye a la disociación como rasgo dominante del modus vivendi masculino.
- La pornografía contrarresta la igualdad y el acercamiento entre los hombres y las mujeres.
- La pornografía fomenta la irresponsabilidad reproductiva de los hombres.
- La pornografía fomenta la aceptación e incluso el uso de la violencia en las relaciones entre los sexos. Cuando muchos años más tarde comencé a prestar atención a la problemática de la prostitución, tuve que añadir un punto más a la lista de los daños ocasionados por la pornografía:
- La pornografía es el marketing de la prostitución.
También Rosa Cobo en “El placer del poder” apoya esta tesis de Peter Pzil.
"La pornografía es la pedagogía de la prostitución"
Además es parte estructural del modelo de explotación capitalista que se sostiene sobre las mujeres y los espacios de cuidado y atención a otras personas, y en concreto en este caso, dirigido a sostener la virilidad masculina en esencia. Tal es el ejemplo de dominación sexual como eje de las sociedades patriarcales.
“Entre las funciones atribuidas hoy a las mujeres en las sociedades patriarcales occidentales, la de atraer y complacer sexualmente a los hombres ocupa un lugar primordial. En el ámbito de las relaciones heterosexuales, las mujeres encarnan ΄el sexo΄. Los hombres utilizan el término ΄mujeres΄ como indicativo de un objeto que se puede degustar y consumir, de un placer mundano que se puede disfrutar, al mismo nivel que la comida o el vino. El cuerpo femenino ha sido objetualizado, erotizado, sexualizado.”
http://mujereslobby.org/events/prostitucion-liberalismo-sexual-y-patriarcado/
Carmen Vigil y Mª Luisa Vicente
Sin embargo es necesario ahondar sobre el lugar de los hombres frente a la prostitución y ante la pornografía en especial de los adolescentes, pero también crear no solo la abolición de ambas sino la reconsideración de porque y desde donde existen. Dicho de otro modo el problema no es solo la venta y la cosificación del cuerpo o una pornografía violenta y machista sino quien consume y por qué y desde donde frente a la sexualidad y a las mujeres. El palabras de Cristina Garaizabal (2020):
“La censura no puede ser un instrumento de lucha feminista, y el Código Penal no es un buen aliado de las mujeres”
https://ctxt.es/es/20200302/Politica/31266/sexo-deseo-feminismo-codigo-penal-cristina-garaizabal.htm
“Ese oscuro objeto de deseo”
La pregunta que no podemos dejar de hacernos es cuanto hay de juego y cuanto de realidad, cual es nuestro lugar no moral sino ético frente a determinadas prácticas sexuales y si el problema en es cómo vivimos la sexualidad o más bien desde construimos y proyectamos nuestro deseo. Un ejemplo de lo que digo es muy habitual en consulta cuando algunas mujeres y algunos hombres acarrean un profundo sentimiento de culpabilidad por excitarse con la fantasía de una violación o la de un acto sexual con un cierto grado de violencia. El problema no es jugar con la fantasía y el deseo. Quizá el problema está en la falta de contenido crítico de un hombre adolescente que ve porno y proyecta sólo un tipo de fantasías o que vivencia un aprendizaje moral donde las mujeres son virtud pero deben asistir obedientes a su deseo y poder masculino.
Debate feminista sobre de la sexualidad:
https://www.facebook.com/watch/live/?v=251182556114448&ref=watch_permalink
3. Sexo, micromachismos y machismos de la tercera ola
Micromachismo se refiere a una propuesta del psicólogo Luis Bonino Méndez, que comprendería un amplio abanico de maniobras interpersonales y se señalaría como la base y caldo de cultivo de las demás formas de la violencia de género o violencia machista: maltrato psicológico, emocional, físico, sexual y económico, que serían normalizados. Se trataría además de prácticas legitimadas por el entorno social, en contraste con otras formas de violencia machista denunciadas y condenadas habitualmente.
https://elpais.com/elpais/2017/04/27/eps/1493244356_149324.html
Los micromachismos en la cama empiezan por querer controlar como hombre incluso el placer de las mujeres, y ser los conseguidores de sus orgasmos en lugar de compañeros en el placer sin competición alguna. O quizá también en esa obsesión “pene-céntrica” y coitocéntrica que prácticamos sin rubor porque es lo visto como normal desde siempre.
También aparecen modos de dominación sutil cuando exigimos a nuestras parejas (mujeres u hombres) cumplir con el estándar de belleza del momento, la ropa erótica o los juguetes de la moda japonesa o del Hentai (machista por excelencia) pero luego como hombres de verdad no respondemos ante ningún estándar de cuerpo o similar. La virilidad sigue de moda pero se expresa de formas más invisibles pero no necesariamente menos dañinas.
En la pareja, se manifestaría como formas de presión de baja intensidad, con las que las personas intentarían detentar el poder y conseguir beneficios, en todos o en algunos ámbitos de la relación.
Neomachismos de nueva ola.
Sabías que:
Las sexualidades son la última prueba de fuego de la igualdad y que muchos hombres que se muestran en la igualdad desde lo cotidiano, en las tareas, en el trabajo y en el espacio público, no son capaces de elaborar una vida de placer desde la igualdad.
CRÉDITOS
Autor del texto: ERICK PESCADOR
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