1.1 Institucionalización y Modelo Clínico
La primera mitad del siglo XIX se denominó la “época de la institucionalización”. Se reconocía la necesidad de atender a las personas deficientes mediante atención asistencial. Los centros se construirían normalmente fuera de las poblaciones, manteniendo una incomunicación total con el exterior. En estas instituciones se encontraron personas con distintos tipos de deficiencias que quedaran recluidos de por vida sin posibilidad de recuperar su libertad y sin posibilidad de mantener contacto con otras personas del exterior.
A finales del siglo XIX y principios del XX comienza la llamada segunda revolución mental ; en dicho período surgen las Ciencias Sociales y la especialidad médica de Psiquiatría. Muy importante será también el surgimiento de la Psicología clínica, la Psicopatología infantil, el estudio experimental de la conducta y la evaluación psicológica.
Fuente: Jon Butterworth. Mental Hospital. Unsplash.
Todo esto propicia el inicio del período de la institucionalización especializada de las personas con discapacidad. A partir de este momento, podemos decir que surge la Educación Especial. Se producen importantes sociales que se ponen de manifiesto en las distintas medidas que se adoptan, siempre a favor del discapacitado mental, aunque con un carácter más asistencial que integrador. Son los años del Paternalismo Protector y Sensibilidad a la Deficiencia Mental ; pero las actitudes de segregación, separación y discriminación del minusválido siguen siendo la tónica general.
Hasta mediados del siglo XX se prolonga la situación de institucionalización de los disminuidos psíquicos . Según García ( 1989 ), esto se produce por varias razones:
- Arraigo de las actitudes negativas hacia los deficientes.
- Predominio psico-métrico desde comienzos de siglo, hecho que contribuyó a encasillar a los sujetos. La consideración del deficiente como elemento antisocial y perturbador.
- Abandono, de grandes profesionales de corte renovador, del campo de la deficiencia mental.
- Las guerras mundiales y la crisis de los años treinta hacen frenar el desarrollo de los servicios sociales, al desviar los recursos a otras multas.
En esta época el concepto de deficiencia, disminución o hándicap presentó las características de innatismo y de estabilidad a lo largo del tiempo, impulsando trabajos destinados a incluir en categorías los posibles trastornos.
Esta visión tuvo las siguientes consecuencias:
- Necesidad de un diagnóstico preciso para comparar a la persona con el resto de la población. Se desarrollaron pruebas de inteligencia para situar a las personas en un nivel dentro de una escala. Las primeras escalas de inteligencia las elaboró Alfred Binet en la primera década del siglo XX.
- Construcción de centros específicos de educación especial para atender a los alumnos con alguna disminución o retraso intelectual con un tipo de enseñanza distinta al impartido en escuelas ordinarias, con profesores especializados y recursos específicos.
En los años cuarenta y cincuenta se empieza a cuestionar el origen orgánico del trastorno y su incurabilidad. Las propuestas conductistas y ambientalistas, provocaron una revisión de la deficiencia y de las alternativas educativas. Con total vigencia de las pruebas de inteligencia, se abre paso la concepción de que la discapacidad también puede deberse a la ausencia de una estimulación adecuada.
Se distingue entre causas endógenas y exógenas para explicar los retrasos, cuestionando y modificando el principio de incurabilidad como rasgo de la discapacidad, dando paso a un tratamiento pedagógico . Se universaliza la oferta educativa en los países desarrollados, considerando más positivas las clases o escuelas de EE para alumnos con discapacidad con menos alumnos y más recursos y atención educativa especializada.