Cultura de Pensamiento. Aprender y enseñar a pensar
Introducción
Todos pensamos. A lo largo de nuestras vidas pensamos de muy diversas formas. A veces, forma parte de nuestra rutina una manera de pensar casi automática y aparentemente inconsciente que llevamos a cabo mientras realizamos nuestras tareas cotidianas. En otras ocasiones, lo hacemos de un modo más impulsivo, casi reactivo, una forma de pensar instintiva que a veces nos lleva a sacar conclusiones precipitadas. Luego está esa forma de pensar intuitiva, cuando se nos ocurren las cosas sin esfuerzo.
Podríamos hablar incluso de una forma de pensar distraída, cuando, tal vez porque tenemos prisa, no prestamos atención o no sabemos cómo hacerlo, se nos escapan gestos mentales importantes, como no comprobar la exactitud de una afirmación antes de actuar en consecuencia. Y, finalmente, a veces pensamos de forma eficiente. Muchos de nosotros no lo hacemos habitualmente. Pero podríamos, y deberíamos hacerlo.
Una cultura de pensamiento se crea en aquellos lugares en los que el pensamiento individual y de grupo es valorado y se hace visible, y se promueve de forma activa como parte de las experiencias cotidianas y habituales de los miembros del grupo (Ritchhart, 2002).Se relaciona directamente con el aprendizaje y en el marco del enfoque por competencias, con la competencia de aprender a aprender. Realizar tareas que requieran utilizar el pensamiento no necesariamente obtiene como resultado que los alumnos piensen. Es necesario enseñarles a utilizar habilidades y destrezas. Los buenos pensadores no sólo tienen habilidades de pensamiento, sino que tienen algo más (motivaciones, actitudes, valores y hábitos mentales) que juegan un papel importante en el buen pensamiento y son los que determinan el buen uso de las habilidades cuando es necesario.
Pensar para aprender
Desde que nacemos y aún antes, estamos pensando, estamos realizando una función que es innata del ser humano. Pero si bien todos nacemos con la capacidad de pensar, es necesario un trabajo focalizado del pensamiento para que alcance niveles cada vez más altos de desarrollo y no quede limitada a una función automática de la tenemos poca o ninguna conciencia. Perkins (1998), explica que desde pequeños, los niños se tienen que desarrollar inmersos en una cultura del pensamiento, para que al llegar a jóvenes y adultos puedan estar atentos y hacer frente a situaciones complejas, como organizar el tiempo y establecer una buena estrategia en el estudio, poder entender el punto de vista de otra persona aunque piense diferente, ser críticos frente a un discurso, encontrar caminos laterales cuando una situación aparenta no tener salida, detectar y hacer frente a rumores infundados.
Las investigaciones realizadas por el equipo del Proyecto Zero, establecen que la mayoría de las personas tienen las habilidades, actitudes y alertas de pensamiento sin desarrollar. Se muestran pasivos e indiferentes frente a circunstancias que provocan el pensamiento, están insensibles frente a señales que invitan a reflexionar, no cultivan actitudes de pensamiento profundo, tales como: cuestionar las evidencias, ir más allá de lo obvio, ver el lado oculto de las situaciones, pensar diferente al menos por un tiempo y aprovechar todas las oportunidades que inciten a la reflexión. Por esta razón es importante que los niños y jóvenes aprendan estas actitudes, habilidades y alertas que son promotoras del pensamiento, pero que no pueden desarrollarse de forma espontánea.
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Pensamiento invisible
Una de las razones por las cuales no somos conscientes de nuestros pensamientos es que, por suerte o por desgracia, nuestros pensamientos no son perceptibles para las personas que nos rodean, y muchas veces, son imperceptibles también las situaciones que los provocan. Perkins afirma:
“El pensamiento es básicamente invisible. […] En la mayoría de los casos el pensamiento permanece bajo el capó, dentro del maravilloso motor de nuestra mente. […] Afortunadamente, ni el pensamiento, ni las oportunidades para pensar, necesariamente deben ser invisibles como frecuentemente lo son. Como educadores, podemos trabajar para lograr hacer el pensamiento mucho más visible de lo que suele ser en el aula. Cuando así lo hacemos, estamos ofreciendo a los estudiantes más oportunidades desde donde construir y aprender.”
En el campo educativo, la posibilidad de captar con nuestros sentidos el objeto de aprendizaje facilita mucho el proceso. Por ejemplo, para un niño que está aprendiendo a escribir, el visualizar las diferentes letras ayuda a que pueda reproducirlas. Para un estudiante de secundaria que está estudiando la célula, si tiene la oportunidad de observar una célula al microscopio es posible que se forme más fácilmente una imagen mental y que dicha imagen colabore con la construcción de conceptos. Para un estudiante que aprende la ejecución de una pieza musical en un instrumento, al escuchar interpretación de un músico experimentado, se forma una idea sobre la cadencia en la que tiene que trabajar.
En el proceso de aprendizaje inciden mucho las percepciones: La observación del objeto de aprendizaje de forma directa o indirecta, nos permite imitar, reproducir, evocar, adaptar y transformar esa percepción y construir un conocimiento nuestro, un conocimiento que tiene una huella personal. El problema surge cuando el objeto de aprendizaje es el propio pensamiento, porque el objeto de estudio es imperceptible, al menos en primera instancia y son imperceptibles también las circunstancias que lo provocan.
- ¿Cómo enseñar a nuestros estudiantes un objeto de aprendizaje tan intangible?
- ¿Cómo describir y trabajar con lo imperceptible?
- ¿Cómo hacer perceptibles las situaciones que provocan nuestros pensamientos?
- ¿Cómo aprender a pensar?
- ¿Cómo enseñar a pensar a nuestros estudiantes?
¿Por qué hacer visible el pensamiento?
Más allá del diagnóstico que proporciona a los profesores un registro visible del pensamiento de los estudiantes, de lo que aprenden y qué áreas necesitan reforzar, apoya el buen pensamiento de diversas formas:
- La Visualización del Pensamiento expresa una perspectiva poderosa del Conocimiento.
- La Visualización del Pensamiento demuestra el valor de la colaboración intelectual.
- La Visualización del Pensamiento cambia la cultura de la clase.
- Desarrolla una cultura de Visualización del Pensamiento en todo el colegio.
Aprender a Pensar, Pensar para Aprender, Comprender y Formar Hábitos de Pensamiento, desde la infancia más temprana, genera ciudadanos de mente abierta, éticos y participativos.
¿Qué es el pensamiento eficaz?
El pensamiento eficaz se refiere a la aplicación competente y estratégica de destrezas de pensamiento y hábitos de la mente productivos que nos permiten llevar a cabo actos me-ditados de pensamientos, como tomar decisiones, argumentar y otras acciones analíticas, creativas o críticas. Los individuos que son capaces de pensar con eficiencia pueden em-plear, y de hecho emplean, esas destrezas y hábitos por iniciativa propia, y son capaces de monitorizar su uso cuando les hace falta.
El pensamiento eficaz puede ayudarnos a alcanzar los más altos niveles en nuestro anhelo de conocer y comprender el mundo que nos rodea, así como de actuar con sensatez, apoyándonos en ese conocimiento y esa comprensión. El pensamiento eficaz está formado por:
- Rutinas y destrezas de pensamiento. Emplear procedimientos reflexivos específicos y apropiados para un ejercicio de pensamiento determinado.
- Hábitos de la mente. Conducir estos procedimientos para dar lugar a conductas de reflexión amplias y productivas relacionadas con el hecho de pensar.
- Metacognición. Realizar estas dos cosas basándonos en la valoración que hace-mos de lo que se nos pide y en nuestro plan para llevarlo a cabo.
El pensamiento eficaz implica la aplicación planificada, correcta y coherente de los procedimientos adecuados para una tarea que requiera que pensemos, sin saltarnos nin-guna operación clave y apoyándonos en las actitudes reflexivas adecuadas y en el conoci-miento relevante en la materia. Cuando se está acostumbrado a pensar detenidamente so-bre las cosas, este proceso es automático. Los pensadores eficaces, reflexionan sobre el tipo de pensamiento que realizarán antes de realizarlo y mientras lo llevan a cabo. Realizan diversas actividades de reflexión, a menudo combinándolas entre sí, y en el contexto de diversas actitudes de reflexión permanentes, con el fin de lograr sus objetivos. Se apoyan en sus habilidades y buscan la solución al problema, ajustando el enfoque hasta quedar satisfechos con el resultado.
Fuente: Swartz, R., Costa, A.L., Beyer, B., Reagan R., Kallick B. (2008). El aprendizaje basado en el pensamiento. SM Biblioteca de innovación educativa
Desarrollar una cultura de pensamiento en el aula
Ritchhart (2014), afirma que el pensamiento, las situaciones provocadoras del mismo, las oportunidades para activar la reflexión, no tienen por qué ser invisibles. Según las investigaciones de Ritchhhart (2002) los mejores docentes establecen a través de su práctica, una fuerte cultura del pensamiento. Los estudiantes aprenden de la clase, pero también aprenden de las culturas que forman parte del contexto del aula. Dichas culturas, pasan a formar parte del currículo oculto y emergen en las expectativas y concepciones que facilitan u obstaculizan el aprendizaje de los alumnos. Para que los estudiantes aprendan, hay que asegurar que se desarrolle en el aula una cultura del pensamiento, a través del trabajo con disposiciones del pensamiento como: indagación, curiosidad, juego de ideas y análisis de temas complejos. Es esencial tener en cuenta que las rutinas de pensamiento o las diferentes destrezas, estrategias o hábitos deben tener lugar dentro de una cultura de aula que invita y favorece pensar, sino pueden convertirse en meros ejercicios sin relevancia
Según Ritchhart, existen ocho claves que ayudan a desarrollar una cultura del pensamiento en el aula:
- Tiempo
- Oportunidades
- Rutinas
- Lenguaje
- Creación de modelos
- Interrelaciones
- Entorno físico
- Expectativas
1. Tiempo
Dedicar tiempo curricular para que los estudiantes puedan pensar y resolver las propuestas del profesor. No basta con que el profesor active al estudiante con buenas propuestas, debe brindar a los estudiantes suficiente tiempo y respetar las diferencias individuales, para que esta variable no sea limitante en su producción.
Por otra parte, es fundamental dar un tiempo determinado y cumplirlo. Habitualmente los profesores cuando damos tiempo en el aula lo vamos modificando sobre la marcha y esto va en contra de las propuestas o el diseño didáctico inicial porque hace que vayamos perdiendo credibilidad con nuestros alumnos, “porque cuando digo 1 minuto a veces son 3 o a veces son 5”. Para esto podemos ayudarnos de un cronometro en la pizarra, o un reloj de arena.
Es importante, además, reservar tiempo para pensar individualmente (asegurarnos que "todos piensan y que piensan solos") y tiempo para hacerlo en grupo.
“El grupo en sí puede llegar a ser siempre más inteligente que el individuo más inteligente del mismo”. Pero se necesitan tiempos y estructuras para combinar ambos.
2. Oportunidades
Proponer a los estudiantes actividades auténticas, donde puedan poner en práctica, desarrollar diferentes procesos cognitivos e implicarse en las distintas tareas.
Es importante ofrecer al alumno un material determinado sobre el que pensar: No pensamos sobre abstracto por eso hay que dar siempre un material acerca del cual pensar, una imagen, un texto, un vídeo, etc.
3. Rutinas
Son organizadores, que ayudan a estructurar, ordenar y desarrollar distintas formas de pensamiento en el proceso de aprendizaje y que promueven la autonomía de los estudiantes.
4. Lenguaje
Para poder desarrollar el pensamiento, es necesario poder implementar en el aula un lenguaje del pensamiento, donde se puedan denominar, describir, distinguir los distintos procesos cognitivos y reflexionar sobre los mismos.
Cuando pongamos ejemplos de cómo observamos o de cómo pensamos, al introducir la sesión clase, siempre se han de utilizar ejemplos familiare, visibles y asequibles para el alumno. Cercanía produce conexión.