Asociación de cultivos
Es conocido que no todas las especies de plantas “se llevan” igual de bien. De hecho hay algunas combinaciones de cultivos que se favorecen mutuamente, lo cual contribuirá a que nuestras plantas estén más saludables y les afecten menos enfermedades. Algunas son tan buenas vecinas que hasta repelen las plagas y parásitos de las otras, consiguiendo así, además de aumentar la biodiversidad de nuestro huerto, fomentar la lucha biológica.
Para planificar esas asociaciones hemos de intentar asociar plantar con diferentes necesidades nutricionales, de desarrollo espacial (si se desarrollan en altura, bajo tierra, se expanden en superficie…), si necesitan más o menos riego (ya que irán en el mismo bancal), necesidades de iluminación…
Otras plantas son indiferentes con sus vecinas, pudiendo asociarse siempre y cuando sus marcos de plantación y tiempos sean compatibles. Lo que hay que evitar en la medida de lo posible es repetir cultivos de la misma especie, ya sea del mismo tipo (raíz, hoja o fruto) o familia (mencionadas en el apartado anterior), ya que pueden continuar su ciclo las posibles plagas de la temporada anterior y, si no se abona correctamente, agotar el suelo con esos nutrientes que ya fueran extraídos del suelo por la generación anterior.
Diferenciamos, a muy grandes rasgos, tres tipos de cultivos según sus necesidades nutricionales:
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Cultivos de hoja. Demandan gran cantidad de nitrógeno, ya que lo que consumiremos es la hoja. Son cultivos relativamente cortos, ya que no hay que esperar a que su ciclo vital se complete. Ejemplo: lechugas. acelgas, espinacas, coles chinas, escarola…
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Cultivos de raíz. Son exigentes en potasio. Ejemplos: zanahorias, rabanitos, remolacha,
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Cultivos de flor/ fruto. Son las que más tiempo estarán en nuestros bancales, ya que hemos de esperar a que su ciclo esté muy avanzado. Requieren gran cantidad de fósforo. Ejemplos: tomates, sandías, berenjenas, pimientos, fresas…
Muy aconsejable es el intercalar dentro de los mismos cultivos plantas aromáticas y flores, ya que éstas, además de dar aún más belleza a nuestro huerto y aportar biodiversidad, atraerá a fauna auxiliar, polinizadores y también actuará como repelente de parásitos, ya que con su olor, confundirán al “depredador” camuflando el olor de su planta “presa”.
Es importante no incluir dentro de la zona de cultivo plantas invasivas, como las de la familia de las mentas (hierbabuena, menta, melisa…), ya que será muy difícil luego controlar su crecimiento. También hay que tener en cuenta qué tipo de flores asociar, así por ejemplo, si nuestro cultivo crece a ras de suelo emplearemos flores altas para evitar que las asolen, como las zinnias, los girasoles, los cosmos…En cambio, si el cultivo crece en altura, debemos plantar flores que no crezcan mucho y en la cara donde les llegue la luz. Sería el caso por ejemplo de caléndulas, clavel chino, albahacas…
Muchas de esas plantas aromáticas y acompañantes, tienen propiedades medicinales, dando mucho juego en la realización de talleres y proyectos: extracción de aceites esenciales, maceraciones, jabones, pomadas, ungüentos…Pudiendo entrar la tradición oral de nuestros ancestros, teniendo cabida alguna anécdota, pero siempre haciendo ver al alumnado, que no se deben tomar a la ligera y que si tenemos alguna dolencia debemos acudir al médico especialista. Además, algunas plantas pueden resultar alérgenas o tóxicas para nuestro organismo.
Son conocidas y demostrada la eficacia de la combinación de maíz, judías y calabazas (milpa o asociación precolombina); la asociación de puerros o cebollas con zanahorias (que se repelen mutuamente plagas por dípteros); apio y coles: tomate, albahaca, cebolla y lechuga; ajos y zanahorias; patatas con tagetes, caléndulas y capuchina…Pero os animamos a que sigáis probando, aunque la teoría diga que no, a ver qué pasa. Otro proyecto interesante a realizar con los alumnos, ¿no os parece?