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1. Presentación

Vivimos tiempos de cambio a todos los niveles. La pandemia del covid 19 ha acelerado muchos procesos que estaban en marcha. La educación no va a ser una excepción. La enseñanza online, la conectividad, la semipresencialidad… han venido para quedarse y debemos ser conscientes y adaptar nuestro trabajo, nuestra forma de estar, relacionarnos con los alumnos, evaluar e interactuar. Todos tenemos dudas en este proceso. Entre todos debemos colaborar en que el mundo de la educación salga reforzado y mejor de este proceso imparable de cambio.

Voy a exponer mi caso. Llevo dando clase desde finales del siglo pasado y comienzos de este. Cuando comencé en la docencia, internet estaba en pañales y los medios informáticos y audiovisuales también. Cintas VHS, cassetes, fotocopias. La innovación estaba en ese momento en las temáticas nuevas que se planteaban y en metodologías que se iban implantando de forma individual, desgraciadamente en la mayoría de los casos: Trabajo cooperativo, dinámica de grupos… Más tarde llegaron esfuerzos colectivos que implicaban a familias o a toda la comunidad escolar: Comunidades de aprendizaje, trabajo por competencias, creación de redes de prevención del acoso escolar.

Todas estas experiencias fueron en paralelo a un desarrollo tecnológico imparable. Recuerdo la llegada masiva de los móviles en la navidad del año 2000, la implantación de internet y, más tarde, de las pizarras digitales y los carros con miniportátiles en las aulas. Sin embargo, todo esto lo que hacía era hacer caducar el mundo analógico (VHS, fotocopias) trasladando todo a la digital, sin cambiar formas de educar.

Y llegó la pandemia y el confinamiento de 2020. Todo el mundo tuvo que improvisar un sistema de enseñanza online. Cada uno hizo lo que pudo con más o menos ayuda y coordinación de su Centro. Yo viví la experiencia como docente y como padre de una alumna de primaria y otra de secundaria. En todos los niveles el impacto fue mayúsculo y se detectaron problemas:

  1. Falta de dispositivos. Familias sin dispositivos o sin conexión. Si una familia tiene un ordenador y varios hijos y un progenitor teletrabajando, problema. Hubo que comprar dispositivos, centros tuvieron que dar portátiles y wifi a familias que los necesitaban. En mi familia, yo usé el ordenador de mesa, mi hija mayor el portátil y mi hija pequeña la tablet. Y todos los móviles.
  2. Diferentes plataformas de conexión. Mail, Classroom, Moodle, Edmodo, Blogs…
  3. Diferentes lugares de videoconferencias: Meet, Zoom, Microsoft Meetings, Jitsi, Skype, Whatsapp
  4. Incoherencias en el volumen de trabajo y la evaluación. Materias con poca carga de trabajo presencial multiplicaron la presión online, y en el otro extremo hubo profesores y alumnos que no dieron apenas señales de vida.
  5. Horarios. Coincidencias de horario en videoconferencias (problema para las familias), presión de plazos de entrega (problema para el alumnado) y trabajar sin horario ni calendario establecido, atendiendo cuestiones de madrugada o en fin de semana (problema para los docentes).


Debo reconocer que el confinamiento me afectó mucho y me deprimió por lo que veía venir. Y salí del desánimo activándome. Aprendí cómo manejar y crear grupos de Classroom, creé Listas de Reproducción y grupos de whatsapp, comencé a grabar y editar vídeos para Drive que terminaron siendo un canal de youtube con mis clases de Arte, y hasta participé en torneos online de ajedrez para profesores y alumnos, lo que me llevó a crear una especie de club online de ajedrez con unos pocos alumnos.

Todo este proceso conllevó dudas, errores, riesgos. ¿Qué imagen doy a alumnado y familias? ¿Seré capaz de llegar a todo? ¿Cómo evalúo? ¿Cómo cuido la convivencia online?

Este apartado del curso intentará responder a estas dudas, las que fueron mis dudas. Ahora, con plataformas ya consolidadas, canales de comunicación abiertos y funcionando, podemos intentar no cometer errores y avanzar en el mundo de la enseñanza online y aprovecharla en el aula, en los centros con más seguridad.