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¿Cómo controlar las “malas hierbas”?

Hemos de recordar que las plantas silvestres que van surgiendo entre nuestros cultivos y aledaños son parte de los ciclos de vida de ciertos organismos. Éstos a su vez, formarán parte de una maraña de relaciones con otras especies a las que denominamos redes tróficas. Si producimos desequilibrios en esas redes y anulamos especies, con la consiguiente pérdida de biodiversidad, los problemas están servidos.

Recordemos también que muchas de esas supuestas “malas hierbas” tienen más propiedades que las especies “domesticadas” que queremos cultivar. Esas plantas forman parte del acervo cultural del lugar y antaño se empleaban como medicinales, se usaban como remedios y muchas además, se pueden consumir e incluso son más saludables que las que introducimos. (Tema tratado en el módulo anterior). 

Algunas de estas plantas generan una serie de beneficios para nuestra huerta, ya sea de modo directo o indirecto, así:

  1. Actúan como cultivos trampa, atrayendo insectos dañinos y manteniéndolos alejados de los cultivos principales.
  2. Proporcionan, manteniendo poblaciones o estadíos latentes de fauna auxiliar específicos de una plaga.
  3. Emiten repelentes químicos, por ejemplo, es sabido que las crucíferas emiten sustancias que ahuyentan a ciertas especies de nematodos.
  4. Proporcionan néctar y polen para atraer a los polinizadores mucho antes que los cultivos que nos interesan florezcan.
  5. Evitan la erosión del suelo, favorecen la retención de agua , las especies con sistema radicular profundo descompactan el suelo.



Para eliminar las plantas perennes/plurianuales como: grama, juncia, amor del hortelano, correhuela

Se pueden emplear las medidas tradicionales de desherbado, con las que lo que conseguiremos es agotarnos de quitarlas una y otra vez, ya que al cortarlas lo que estamos haciendo es propagarlas aún más. Además, muchas poseen formas de resistencia en forma de rizoma que puede encontrarse a profundidades de hasta un metro y ser viables si se dan las condiciones

Otra solución bastante efectiva es optar por su cubrición por varios meses con plásticos (a poder ser negros) de al menos 6 galgas. Al cabo de un tiempo, estas plantas se agotarán por no tener acceso a la luz, cubriendo entonces  con capas de cartón grueso (limpio de plásticos, tintes, barnices y grapas) y añadiendo compost o sustrato libre de semillas o formas de resistencia de estas plantas pudiendo cultivar sobre la misma. El cartón es rico en componentes como la celulosa que atraen a las lombrices. Además, se trata de un material biodegradable, en cuestión de meses se habrá incorporado al suelo y añadiremos capas sucesivamente cada temporada, agujereando la zona donde emplazaremos el cultivo.


Para eliminar las plantas anuales sin estructuras de resistencia

Una opción bastante efectiva y enriquecedora para el suelo es sembrar un acolchado vivo, como leguminosas de bajo porte. Al desarrollarse, cubren los huecos que quedan entre los marcos de plantación de los cultivos y llevan a cabo funciones tan interesantes como: ahogamiento de las posibles plantas adventicias no deseadas, retención de la humedad, conforme van muriendo aportan estructura al suelo (abono verde), aportan biodiversidad en nuestra huerta.

El acolchado vivo puede entenderse también si reducimos los marcos de plantación de los cultivos, no dejando “huecos” disponibles para las plantas que no queremos, pero para ello, el suelo ha de estar bien nutrido y estructurado.

También se puede proceder al acolchado de la superficie de cultivo (tratado en el módulo I), teniendo en cuenta:

  • El material más adecuado: el más barato y que tengamos a mano, que sea biodegradable, que no se vuele con el viento (regarlo tras su colocación), etc. 
  • Y la época del año, ya que en invierno la tierra puede no calentarse lo suficiente y en otoño y primavera los acolchados con paja pueden producir una proliferación excesiva de moluscos gasterópodos, como babosas y caracoles.

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