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Organización y reparto de tareas

Comenzamos este bloque con una frase: “La huerta ofrece un MEDIO para mejorar el paisaje escolar y su calidad ambiental y UN ESPACIO para descubrir, experimentar y aplicar diversos conocimientos cotidianos y científicos.” (LEHEN HEZKUNTZA, 1998).


La primera cuestión a resolver, por muchas ganas que tengamos de hacer ciertas prácticas y poner bien bonito nuestro huerto, es contar con personal con ganas y tiempo. Hay que definir claramente las funciones de cada persona implicada, adjudicando tareas concretas y haciendo el reparto en función de las cualidades que destaquen en cada individuo. 

Así, necesitaremos personas con conocimientos cuanto más diversos mejor: en horticultura, meteorología, idiomas, medios informáticos, bioquímica, botánica, geología, edafología, física, zoología, etc. No es necesario ser ecólogo para conocer las redes tróficas que se dan en nuestra huerta, ni matemático para calcular el volumen que necesitamos para rellenar un bancal, ni fontanero para poner una instalación de riego o albañil para reparar un murete de piedras. Necesitamos gente con ganas que aporte sus conocimientos y su tiempo.

Es interesantísimo contar con diversidad de habilidades;  a algunos se les dará muy bien el conseguir ciertos recursos (proveedores), otros tendrán más poder de convicción, otros aportarán muy buenas ideas, otros serán hábiles ejecutores, otros innovadores, mediadores, científicos…¡Todos tenemos cabida! Este es un proyecto bien inclusivo, a todos los niveles.


Todo el proyecto de huerta escolar va encaminado a lograr los siguientes OBJETIVOS:

  1. Sensibilizar al personal implicado ante distintas problemáticas ambientales.

  2. Concienciar sobre las repercusiones de nuestras acciones sobre el equilibrio del entorno.

  3. Progresar en la comprensión de conceptos básicos para entender el funcionamiento del medio.

  4. Trabajar valores y actitudes como la convivencia, la autonomía, la solidaridad, el trabajo cooperativo.

  5. Fomentar lazos afectivos con el medio, con los miembros de la comunidad educativa y los que participan y colaboran en el proyecto educativo desde “fuera”, valorando su trabajo, sus aportaciones y conocimientos.

  6. Desarrollar las habilidades necesarias para planificar, resolver  y prevenir consecuencias derivadas de nuestras acciones a lo largo del proyecto.

  7. Incentivar la iniciativa y responsabilidad, el trabajo en equipo y las relaciones con las personas del entorno cercano.


Para facilitar el desarrollo del proyecto, podría comenzarse con proyectos no muy ambiciosos, acotándose a trimestres o como mucho, a cursos escolares, aumentando la complejidad conforme vayamos adquiriendo soltura y conocimientos.


En el proyecto a llevar a cabo diferenciaremos tres fases:

Confección del diseño de la huerta, organización y reparto de tareas en función de los objetivos que pretendamos conseguir, las áreas y departamentos implicados, la temporalización de las unidades didácticas (objetivos, contenidos de cada materia), la disposición de recursos y acopio de los mismos para la puesta a punto del conjunto. Incluiremos aquí también el acopio de materiales; contacto con ayuntamiento, vecinos, familiares y demás personal implicado.

Es quizá la más difícil y de la cual dependerá el resto de fases. Han de ser partícipes los departamentos implicados, para que la visión sea más completa y enriquecedora. No debe demorarse en el tiempo, debiendo estar preparada en junio para dar unos pequeños retoques en septiembre, ya que la plantilla del profesorado siempre varía de un curso escolar al siguiente, como todos sabemos.

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Planificación y diseño de huerto en bancales de hormigón en el IES Ángel Sanz Briz de Casetas (Zaragoza).

Para más información, pinchar aquí.


A lo largo del desarrollo del proyecto, hay que anotar todo en un diario del huerto: actividades llevadas a cabo, metodologías empleadas, cupo de alumnos y otro personal implicado, meteorología, temporalización empleada para cada tarea, herramientas manejadas… Es aconsejable el uso de rúbricas donde ir anotando en detalle toda esta información, también la toma de fotos y vídeos para publicaciones y análisis posteriores.

Se hace imprescindible el uso de documentos compartidos entre los diferentes miembros, donde poder consultar e ir haciendo modificaciones de las actividades, materiales, temporalizaciones, grupos que trabajan en cada momento, etc.


Llega el momento de analizar el proyecto, sus pros y contras y anotar propuestas de mejora de cara a futuros proyectos. Sería muy adecuado el elaborar un listado de cosas que funcionaron y cosas que no, con el motivo que pensamos los produjo. Estamos ante un método de aprendizaje continuo, de ensayo-error, clave en el éxito del método científico aplicado, más que el resultado final (bueno o no), es el aprendizaje el que queremos potenciar ¿no?

Este será un material de consulta muy valioso de cara a planificaciones posteriores, ya que sin duda, aprenderemos más de los errores que de los aciertos.


 

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Ver ejemplo de rúbricas propuesto por Lehen Hezkuntza en su publicación “Huerto escolar”, 1998. Aquí